El Promotor, una publicación humilde presente en miles de hogares
CAMPO REGIONAL / Teresa S. Nieto
Tiempo atrás, el papel era un bien más preciado que ahora. Una biblia, un volumen de vidas ejemplares y, con suerte, una novelita completaban la biblioteca; las horas de un periódico atrasado podía rondar por la casa durante meses, las noticias no parecían correr tan deprisa como ahora. Otra lectura frecuente para muchas familias era la revista de El Promotor, que se leía a trozos al calor de la cocina económica. Hoy, El Promotor sigue llegando a 120.000 casas de todo el país, muchas de ellas del medio rural.
Entre un ejemplar de 2006 y otro de 1950 no hay demasiadas diferencias, al menos formales: se trata de un cuadernillo tamaño octavilla, de hojas livianas, impreso en blanco y negro excepto la portada, en la que cada mes se utiliza un color distinto. El grabado de la cubierta, que se repite en los once números que se editan cada año siempre tiene por protagonista a la Sagrada Familia: no en vano, la revista nació en 1896 para eso, para promover la devoción a la Sagrada Familia
Fue un sacerdote de la diócesis de Palencia el que, 110 años atrás, puso en marcha la revista religiosa que hoy tiene mayor tirada en España. En este tiempo apenas ha habido variaciones, y El Promotor ha seguido fiel a su trayectoria con una única interrupción, en los años de la Guerra Civil. “Alguna vez hemos pensado en hacerla en color, pero nuestros lectores no son partidarios de los cambios, les gusta como está”, comenta Jesús García, administrador de la publicación.
En las páginas de El Promotor se pueden encontrar desde noticias de congresos eucarísticos, reflexiones espirituales y biografías de santos hasta secciones dedicadas a efemérides históricas, fases lunares, refranes, humor, salud y cocina. También se incluyen poesías y pequeños relatos morales. Se trata de una publicación dependiente de la Compañía de Jesús y, obviamente, la religión está presente en todas sus páginas, pero siempre de una forma suave y alegre. “La revista quiere resaltar los valores humanos y las cosas razonables, no entrar en polémicas. Todo está escrito en un lenguaje sencillo para que, lo lea quien lo lea, lo entienda, y que le llegue un mensaje positivo”, destaca Jesús García.
Como explica Segunda Crespo, corresponsal de El Promotor en Castrobol (Valladolid), “cada cosa que trae tiene su moraleja, y si quieres sacar algo en limpio, lo puedes sacar. Yo el día que llega me lo leo todo”. La figura de la corresponsal –o corresponsal, aunque hay mayoría de mujeres– es fundamental para la revista. Ellas se encargan de recaudar cada fin de año las cuotas de suscripción, siete euros, que dan derecho a los once números anuales y al calendario. Es una labor totalmente altruista, puesto que no reciben nada a cambio, y que permite dar continuidad a la publicación, ya que sería complicado que los miles de suscriptores existentes acudieran al banco a hacer cada año el ingreso correspondiente. Jesús García matiza que en El Promotor los gastos de edición y envío son superiores a las cuotas que se pagan, aunque gracias a los donativos se sostiene un proyecto cuyos fines son espirituales, no económicos.
Da idea de la amplia divulgación de esta histórica publicación datos como éste: de los poco más de cincuenta vecinos de Castrobol, 32 están suscritos. León es la provincia con más suscriptores en España, y otras como Burgos y Valladolid le siguen de cerca; los responsables de El Promotor estiman que la revista está en más del 90 por ciento de los pueblos de Castilla y León. Y la despoblación del medio rural también les afecta: “notamos que baja la suscripción en los pueblos, y sube en las capitales, pero no en la misma intensidad, porque en las ciudades la gente es más independiente”, subraya el administrador de la publicación. Es cierto que buena parte de sus lectores son de edad avanzada, pero también es frecuente que esas suscripciones las mantengan los hijos, “e incluso hay abuelos que suscriben a los nietos cuando nacen”, comenta.
Así, gracias a la tradición y al boca a boca, El Promotor ha seguido con los hijos, nietos y biznietos de personas a las que en tiempos ya acompañó. Como recuerda Teresa Alonso, corresponsal durante los últimos 40 años en Villoria de Órbigo (León), “hace cincuenta años, cuando yo me casé, no había tele ni nada, y se leía El Promotor al brasero. Ha cambiado mucho la vida, pero todavía me gustan las cosas que trae”.