Las macrosubastas aligeran el saturado mercado de maquinaria de segunda mano.
CAMPO REGIONAL / Teresa Sanz Nieto
El pasado 13 de marzo, en una explanada de veintitantas hectáreas ubicada en el término de Ocaña (Toledo), se vendieron de una atacada más de 1.000 equipos agrícolas, incluidos 380 tractores de segunda mano. En parte los compraron las personas que allí acudieron, aunque también existía la posibilidad de adquirirlos a través de Internet. No era la primera gran subasta de maquinaria agrícola allí organizada por Ritchie Bros, una empresa que nació en Canadá en 1958 para subastar los excedentes de la tienda de muebles de los tres hermanos. Hoy en día es una de las mayores compañías del sector, con 43 lugares de subasta en el mundo, incluida España desde 2001, con la sede de Ocaña y otra en Moncofa (Castellón).
Unos días antes, los interesados podían acudir al lugar y ver de cerca lo ofertado en esta subasta cien por cien agrícola, ya que los dos días siguientes se dedicaron a los equipos industriales pesados y a los camiones. Desde cortadoras de césped, pasando por empacadoras, carretillas telescópicas, equipos dispersores, arados, sembradoras, cosechadoras… hasta tractores de todo tipo, procedentes de varios países de Europa, constituían el material disponible. La empresa se compromete a vender los lotes al mejor postor, sin pujas mínimas ni precios de reserva. Por su parte, los postores deben inscribirse con un depósito mínimo de 2.500 euros, para un límite de compra de hasta 10.000 euros, y superior si apuntan a una compra más alta. Cada uno de ellos tendrá la oportunidad de levantar la mano y pujar, participando de una subasta concebida como un espectáculo “con gusto americano” –incluso los “subasteros” lanzan sus ofertas en inglés–, con un gran escenario en el que van subiendo por la rampa cada uno de los equipos ofertados.
A la subasta de marzo acudió Mario Fernández, un agricultor de Matallana de Valmadrigal (León) que conoce bien el funcionamiento de estos encuentros. Él cuenta que no es tan fácil que se cumpla el eslogan de la subasta, “encontrar lo que necesitas al precio que estás dispuesto a pagar”. Para Mario, “es muy difícil ir a una subasta de este tipo buscando algo en concreto y encontrarlo; a algunos les pasa que van a por una escoba y al final compran una fregona, como si dijéramos. Si buscas un tractor de 100 caballos te topas con uno de 200, que puede tener un buen precio, pero claro, es más caro y a lo mejor no lo necesitas”. El año pasado él mismo compró un buen tractor en Ocaña, “muy equipado y potente, a un precio razonable, pero no un chollo”, y esta vez se ha traído un todoterreno. Lo que tiene claro es que no se puede comprar “a cierraojos. A veces es maquinaria que está a muy buen precio pero es porque está en mal estado, le puede compensar comprarla a una empresa con taller, pero no a un particular cualquiera”. Otro aspecto que hay que tener muy en cuenta es la documentación de lo que se compra, porque al ser de otros países puede carecer de “papeles” que aquí son necesarios para que circule.
Como en todas las cosas, es muy importante leerse “la letra pequeña”, las condiciones en las que se desarrolla la subasta, que pueden leerse en la web de la empresa, donde dejan claro que su papel es investigar que los productos estén libres de embargos y que no haya pujas para recuperar la propiedad subastada o recompras, pero no dan garantías sobre el estado de cada pieza. “Eso no significa que se engañe a nadie, muchas veces nos engañamos nosotros solos, porque si has comprado algo muy barato y luego no va bien es lo normal, porque todo tiene un precio lógico”. Así lo considera un empresario de la región, experto en este tipo de transacciones comerciales, que lleva muchos años adquiriendo material en subastas, principalmente en Inglaterra, país en el que es frecuente que aquel que cesa la actividad encargue a un “subastero” que venda su maquinaria.
Bajo su punto de vista, estas subastas tienen puntos muy positivos “porque dan salida a un estocaje de maquinaria usada muy importante –no sólo agrícola sino también de construcción–, lo que es bueno para los particulares y para los concesionarios. Hoy por hoy el mercado está saturado, y hay que buscar nuevas vías de comercialización, más allá del boca a boca de nuestra zona”, explica. De hecho, al igual que en subastas como la de Ocaña los españoles compran tractores de otros países europeos, la maquinaria de segunda mano de nuestro país puede venderse en otras subastas en los países del este de Europa, en Siria, Líbano, Arabia, Marruecos…
Es, pues, un nuevo sistema de compras y ventas, que antes de utilizarse conviene contar con toda la información posible, para hacerlo con todas las garantías. Porque, como comenta nuestro especialista en maquinaria, el segoviano José Luis Horcajo, “las subastas son muy atractivas y una vez allí te puedes dejar llevar del entusiasmo. Como dice el refrán, el ojo del amo engorda el ganado, por eso hay que mantener la cabeza fría y comprar con sensatez”.
Pie de foto: Archivo de Ritchie Bros.