Hace seis años Tere tomó el relevo en la explotación de sus padres, en Santa Marina del Rey, en el corazón de la provincia leonesa. «Desde siempre me había gustado el campo, en especial las vacas, y tenía claro que no podíamos echar el cierre de una granja en la que tanto hn trabajado mis padres», dice.
C.R./ Redacción
Hace seis años Tere tomó el relevo en la explotación de sus padres, en Santa Marina del Rey, en el corazón de la provincia leonesa. “Desde siempre me había gustado el campo, en especial las vacas, y tenía claro que no podíamos echar el cierre de una granja en la que tanto han trabajado mis padres y mis abuelos”, dice. Tiene algo más de una veintena de frisonas, y 17 hectáreas de regadío, “las dimensiones justas de lo que puedo manejar por mí misma”, explica. Ha invertido en mejoras de la granja para mecanizar y hacer más eficiente la explotación. En este proceso, ha contado con el apoyo de ASAJA: “un sindicato lucha por ti, si no es imposible mover el papeleo y hacer las gestiones que hoy te piden”, comenta.
El problema, como para muchos otros productores, son los precios. “Ya mi abuelo decía que estábamos cobrando la leche al mismo precio de sus tiempos, y las cosas siguen parecidas”, comenta. Le parece justo que se pague más la leche con de mejor calidad, pero le da rabia que los precios sean tan bajos. “Ahí tienen mucha culpa esas marcas blancas que están vendiendo a la gente como leche cosas que no lo son”, dice, y le gustaría que los envases aclararan de verdad de dónde viene esa leche.
En cuanto a la agricultura, tiene maíz y remolacha, “picas un poco de todo para poder librar gastos”. Lo que peor lleva es tener que regar de noche, especialmente en las microparcelas que, aún sin concentrar, quedan por su zona. Aunque le dan más trabajo, prefiere las vacas: “me gusta más atenderlas, aunque las pobres no dejan un duro. No hay nadie en su sano juicio que se meta en esto sólo por las ayudas, si no te gusta está claro que abandonas”.