Roque es un profesional del campo al cien por cien, porque tiene una explotación que exige atención continua: 900 ovejas castellana y 30 vacas charolesas de carne, más 150 hectáreas de secano.
C.R./ Redacción
Roque es de la cosecha de 1983, y se incorporó al sector, de la mano del cese anticipado de su padre, en 2009. Es un profesional del campo al cien por cien, porque tiene una explotación que exige atención continua: 900 ovejas castellana y 30 vacas charolesas de carne, más 150 hectáreas de secano, una agricultura enfocada a alimentar al ganado, que en años como éste “casi se queda corta”, comenta. Al trigo le han pasado factura las enfermedades, y a las cebadas la sequía; “aunque las lluvias de últimos de mayo ayuden algo, va a ser un año de poca cosecha, tirando al mala”, resume Roque.
En su pueblo, Zarzuela del Monte, son pocos los agricultores a tiempo completo, y menos aún los ganaderos. “El ganado es sacrificado y tienes que haberlo mamado, porque hay que estar pendiente todos los días”, dice. Tanta dedicación requiere cuidar los animales como venderlos: “en esto no hay amigos, siempre hay que intentar que te paguen unos céntimos más”, explica, y puntualiza que ahora mismo los precios no están tan mal como en otros momentos, “tanto en el lechazo como en el cordero, gracias a las exportaciones”.
Cuando se habla del campo como una posibilidad de empleo para los jóvenes matiza que “algunos están un poco equivocados. Primero, los que entramos lo hacemos de mano de nuestros padres, que ya tienen un patrimonio. Segundo, hay un nivel muy alto de innovación, ya no basta con coger el arado. Y tercero, si piensan que te caen subvenciones del cielo, ya pueden esperar sentados”. En su caso, por una serie de problemas burocráticos todavía no ha percibido la ayuda a la incorporación y modernización, así que “llevo casi cinco años apretándome el cinturón. Sin el apoyo de mi familia no lo hubiera podido aguantar”, concluye.