“Mi pueblo es pequeño, con campos y páramos secos. La mayoría de las veces que salgo a pasear no veo a nadie, es una tierra árida y con pocos. He nacido aquí, es mi pueblo y me gusta”. Así
“Mi pueblo es pequeño, con campos y páramos secos. La mayoría de las veces que salgo a pasear no veo a nadie, es una tierra árida y con pocos. He nacido aquí, es mi pueblo y me gusta”. Así habla Montse de Villalcón, un pequeño municipio de la Tierra de Campos palentina, con apenas una veintena de vecinos, que se multiplican en verano.
Aunque ella vive a caballo de la capital, donde estudia uno de sus hijos –las chicas lo hacen en Salamanca–, su casa es la otra, la del pueblo, y en ella desea permanecer todos los años que sea posible.
Aunque la agricultura la había vivido de siempre, sus padres y hermanos fueron también gente del campo, no fue hasta que sus tres hijos fueron un poco mayorcitos cuando se lanzó. En Villalcón tiene la explotación, de secano y regadío, que trabaja junto a su marido. La época de mayor trabajo es el verano y, aunque sus máximas atenciones las dedica a sus remolachas, explica que “a mí las plantas me gustan todas, y también los animales, siempre que no sean grandes”. Comenta que no entiende de política, y que el papeleo y las visitas a ASAJA se las deja a su marido. Pero el trabajo no tiene secretos para Montse, ni el tractor, ni los riegos, ni el cuidado del cultivo.
Más mujer de hechos que de palabras, apunta que “ni defiendo a la mujer trabajadora ni la echo para abajo”. Respeta los movimientos que quieren promocionar a la mujer rural, pero ella prefiere ir avanzando en privado, paso a paso. Ir atendiendo a una casa, a la otra, a su familia, a su explotación… “Tampoco hay que complicarse. Al final, surge todo rodado”, señala.