Mariano de Andrés, agricultor

Los años que lleva Mariano en la profesión le permiten tener una buena perspectiva. Hasta hace un par de años, a la agricultura actual unía una granja de ovino, animales bien conocidos por su familia, puesto que sus padres, bisabuelos y tatarabuelos tuvieron rebaños.

C.R./ Redacción

Los años que lleva Mariano en la profesión le permiten tener una buena perspectiva. Hasta hace un par de años, a la agricultura actual unía una granja de ovino, animales bien conocidos por su familia, puesto que sus padres, bisabuelos y tatarabuelos tuvieron rebaños. “¿Por qué lo dejé? Se sumaron varios factores: la bajada del consumo y de los precios; el incremento del coste del pienso, y sobre todo, no tener un pastor de confianza que me ayudara, ya no se encuentra buena mano de obra”, comenta. Para Mariano, la enorme caída del número de ovejas “en cierto modo era esperada, porque había muchísimas y encima nos contaron que el futuro estaba en el ovino y entró más gente al calor de las subvenciones; ahora, los que han aguantado son los que realmente saben lo que es esta ganadería”.

Centrado hoy en la agricultura, reconoce que “hasta me sobra tiempo, porque las ovejas atan mucho”. Tiene trigo, cebada y girasol, en una explotación lindante a su pueblo, Zamarramala, a tiro de piedra de Segovia capital, de la que hoy es barrio incorporado. Mariano se acuerda cuando, años atrás, en Zamarramala había una quincena de familias con una docena de vacas cada una. “Desaparecieron las vacas, los cerdos, y los ovinos, ya no queda ni un solo animal en Zamarramala”, dice. Hoy es una zona “dormitorio” de la capital, y lo único que permanecen son los campos cultivados.

Además, Mariano es presidente de la Cooperativa Campo Segoviano, que después de varios golpes muy gordos, como el del cierre de Proinserga, ha vuelto a la normalidad “y la gente cobra a tiempo y bien, como debe de ser, lo que se consigue trabajando bien y con sensatez, sin asumir riesgos innecesarios”. 

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