Julio es un hombre de más de cincuenta años, quien hace ya dieciocho, cuando su padre recibió la jubilación, cambió su profesión de marino mercante por la agricultura, oficio que desempeñaron todos sus antepasados.
Julio es un hombre de más de cincuenta años, quien hace ya dieciocho, cuando su padre recibió la jubilación, cambió su profesión de marino mercante por la agricultura, oficio que desempeñaron todos sus antepasados. “La diferencia -afirma Julio- fue abismal, pero en aquella época decidí regresar al pueblo en busca de una vida más tranquila y relajada” .
Y allí en su pueblo, Bocos de Duero, perteneciente al Valle del Cuco, reside y trabaja desde casi veinte años. En estas dos décadas ha observado en primera persona las trasformaciones del sector rural. La población ha disminuido hasta tal punto que en su municipio sólo viven unos cuarenta vecinos. En este sentido, Julio afirma: “a excepción de la temporada de verano, en la que Bocos acoge a más gente y se ve más vital y alegre, el resto del año se nota una soledad terrible”.
Al igual que la población, la agricultura también sufre un proceso de transformación. Actualmente todos los habitantes de Bocos, sin excepción, desempeñan labores de labranza en explotaciones cerealistas de secano. Sin embargo sus descendientes prefieren dedicarse a otros estudios. “El pueblo es muy pequeño, y continúa sin aumentar el número de jóvenes; además –según Julio–, con la situación actual el futuro agrario es muy negativo”.
Echando la vista atrás, este agricultor de Bocos de Duero considera que “ahora las cosas referentes al campo han empeorado. Han aumentado los trámites burocráticos y papeleos que agobian a los trabajadores”. Por este motivo decidió afiliarse a Asaja, para tener un apoyo y una defensa, ya que a su juicio la mayor parte de los agricultores son mayores, y muchos de ellos están resignados, por lo que no luchan para defender sus intereses.