Como para cualquier otro agricultor, la rentabilidad es el objetivo por el que lucha este zamorano. ¿Cómo se logra? “Muy difícil, sobre todo con los precios tan bajos que se pagan. Yo intento aprovechar todo el terreno posible, rotando cultivos y apostando por el mínimo laboreo”, explica.
C.R./ Redacción
La agricultura siempre ha estado en casa de José Ángel. Desde niño ayudaba con el trabajo del campo, aunque no fue hasta 2002 cuando su padre se acogió a un cese y José Ángel tomó las riendas de la explotación. Hace 15 años la superficie era de unas sesenta hectáreas de secano, casi la cuarta parte de la que lleva ahora. En estos años ha ido adquiriendo y sobre todo arrendando tierras, para ganar dimensión, “aunque casi no hay oferta y los precios son demasiado altos para que luego sea viable la explotación”, comenta. La rentabilidad es el objetivo. ¿Cómo se logra? “Muy difícil, sobre todo con los precios tan bajos que se pagan. Yo intento aprovechar todo el terreno posible, rotando cultivos y apostando por el mínimo laboreo”, explica. En su explotación, en la Tierra de Campos zamorana, se obtiene una media de 3.000 kilos, si el cielo no decide otra cosa. Y encima, en la zona tienen el problema añadido de los topillos, que machacan especialmente las alfalfas. Dice que este año la sementera va muy mal, “he dado parte de seguro por mala nascencia y por topillos, y desde el ayuntamiento se ha solicitado tomar medidas”.
Su pueblo es Villalba de la Lampreana, zona de bonitos palomares incluida en la reserva de las Lagunas de Villafáfila. Un espacio que marca limitaciones importantes para los agricultores, fijadas en contratos agroambientales que establecen unas ayudas que, por cierto, llevan dos campañas sin ser cobradas, 2015 y 2016. “Sin ayudas las cuentas no salen, y con ayudas nos vuelven locos con los requisitos”, señala José Ángel, que, pese a todo, está convencido de que este sector “merece la pena y se podrían hacer muchas cosas para mejorarlo”.