A Mario le harían falta días de 30 horas para poder estar un poco en todas partes. Tiene el trabajo por triplicado –como agricultor de secano, y ganadero de vacuno y de porcino, y cuando puede haciendo trabajos de agricultura para otros– pero le resulta difícil apostar sólo a una carta.
A Mario le harían falta días de 30 horas para poder estar un poco en todas partes. Tiene el trabajo por triplicado –como agricultor de secano, y ganadero de vacuno y de porcino, y cuando puede haciendo trabajos de agricultura para otros– pero le resulta difícil apostar sólo a una carta, porque no tendría garantías de salir adelante. Por ejemplo, este año la cosecha va bastante bien, pero la ganadería sólo le da disgustos. “Vendes los animales a precios que no compensan lo que estás gastando en alimentación, porque el pienso está muy caro. A medio plazo, pienso que las cosas en ganadería se pueden complicar mucho”, comenta. Tiene porcino de ciclo cerrado, 150 madres, y otro centenar de chotos de cebo. Logra atenderlo todo con el apoyo de su padre y también de vez en cuando de su hermano.”Si no, no sé cómo lo haría, conseguir mano de obra es complicado y caro”, explica.
Está en Avigase, una de las cooperativas más importantes de su provincia, Segovia, y defiende el cooperativismo “porque con uno solo hacen lo que quieren. Dentro de la cooperativa estamos seguros de cobrar, porque los que están fuera ni eso”, señala. También es miembro activo en ASAJA-Segovia, organización a la que pertenece desde hace años. “Siempre se podrá hacer más -admite- pero lo cierto es que desde ASAJA se está haciendo mucho para defender al campo”.
Vive con su mujer en Anaya, un pueblo cercano a la capital que, como tantos otros, experimenta en estos meses de verano una transformación. Muchos emigrados vienen a acompañar a los cerca de 130 vecinos habituales, y la piscina centraliza la actividad. Porque entre nave y cosechadora, también hay que hacer un hueco para el descanso.