Todavía no ha cumplido los cincuenta y ya lleva 29 trabajando en el campo. Es un todo terreno del sector: ha trabajado con sus hermanos y solo; ha tenido regadío y secano; ha sido ganadero y agricultor…
Todavía no ha cumplido los cincuenta y ya lleva 29 trabajando en el campo. Es un todo terreno del sector: ha trabajado con sus hermanos y solo; ha tenido regadío y secano; ha sido ganadero y agricultor… En los últimos años, ha dividido su explotación entre el cereal, el girasol y el barbecho blanco, haciendo algún servicio para otros si es posible, para que los números cuadren. José María Sánchez, segoviano de Cabezuela, tiene esa edad en la que ni puede uno tumbarse a esperar la jubilación ni tampoco puede permitirse meterse en proyectos arriesgados. Su aspiración es que no haya cambios bruscos ni dramáticos y que, con sensatez, pueda mantener su trabajo. Sin embargo, hay cosas que le irritan y despierta en él su lado más reivindicativo, aquel con el que llegó a ASAJA hace ya muchos años, y que hoy echa de menos en las generaciones más jóvenes de agricultores y ganaderos. Lo más reciente, la masiva denegación de las solicitudes presentadas a los programas agroambientales. “Siempre estaré de acuerdo en que se ayude a los jóvenes para que se incorporen al campo. Pero me parece ilegal y hasta anticonstitucional que se excluya a la gente porque tenga más de 41 ó 43 años. ¿Qué mayores necesidades puede tener un agricultor porque tenga 41 años o 45? Muchos, como yo, tenemos hijos universitarios, y los gastos se multiplican”, comenta. Considera que hay que mover cielo y tierra para que no se pierda el programa del girasol, “por el que tanto luchó Manuel Sanz Gil y nuestra cooperativa, El Secadero, para que Loyola de Palacio lo aprobara. Si desaparece esta ayuda, se llevará con ella a este cultivo, y en tierras de secano, como las nuestras, no quedan alternativas”.