Lo tuvo claro desde muy joven, y con 18 años tomó el relevo en la ganadería familiar. En casa siempre habían tenido vacuno de extensivo, aunque él ha multiplicado la cabaña, pasando de las 34 vacas de su padre a las doscientas y pico actuales.
C.R./ T.S.N.
Javier vive en Basardilla, un pueblo pequeño de la Segovia de montaña, que a pesar de estar a solo 13 kilómetros de la capital ha conseguido no ser engullido por el turismo y conservar su identidad. Otra hazaña es que, con apenas un centenar de habitantes, mantenga su población estable todo el año, y un número considerable de parejas jóvenes y también de niños. Zona de piedra granítica y arbolado, la ganadería es la actividad predominante, aunque el número de profesionales ha ido decreciendo. Javier es el más joven de los cuatro ganaderos en activo que quedan, y eso que cuando empezó, veinte años atrás, sumaban la veintena. “Hubo otros quintos míos que aun teniendo posibilidades de seguir con la profesión, buscaron trabajo fuera”, comenta Javier. Él, sin embargo, lo tuvo claro desde muy joven, y con 18 años tomó el relevo en la ganadería familiar. En casa siempre habían tenido vacuno de extensivo, aunque él ha multiplicado la cabaña, pasando de las 34 vacas de su padre a las doscientas y pico actuales. También ha variado la genética, abandonando el charolés y optando por el cruce con limusín, invirtiendo en sementales para mejorar la cabaña. “Cada vez me dedico menos al cebo y apuesto más por el extensivo, que es lo que de verdad me gusta”, explica. La mayor parte de los animales los vende a carniceros de confianza de la provincia, aunque puntualmente algún lote más grande pasa por intermediarios. “Económicamente vas saliendo, con altibajos y precios que nunca están del todo bien, pero vas tirando”, indica. Por fortuna, en su zona el lobo es un problema menor, “apenas aparece en invierno, no en el periodo en que va de mayo a noviembre, cuando sacamos a los animales a pastos”. Para él, lo peor de todo es superar las campañas de saneamiento ganadero, “porque si sale un solo positivo tienes inmovilizados a todos los animales, y eso supone unas pérdidas tremendas, no poder usar los pastos por los que ya has pagado y que si los abandonas igual los pierdes, porque se los queda otro”. Saneamientos a parte, Javier siente que el pueblo y la ganadería “es lo que he vivido y lo que me gusta, tengo además el apoyo de mi mujer, tanto en el papeleo como con los animales, así que es cuestión de ir adaptándose a lo que venga en el futuro”.