“Llegar al sector si no hay labor en casa es imposible, la inversión es enorme. Pero si llegas de la mano de tu familia vas poco a poco renovando cosillas, asumiendo algún crédito, y yo creo que tal como está el mundo el campo es una buena alternativa”, explica Ismael.
C.R./ Redacción
Desde hace dos años, Ismael es el titular de la explotación de su familia. No fue una decisión de última hora, precipitada por la crisis económica de otros sectores. Desde pequeño había venido ayudando en casa, con las vacas de leche, que ya abandonaron, y con la agricultura, que es la que ha permanecido. En su pueblo, el zamorano Fuentelapeña, hay otros cinco agricultores, y está convencido de que hay hueco para otros más. “Llegar al sector si no hay labor en casa es imposible, la inversión es enorme. Pero si llegas de la mano de tu familia vas poco a poco renovando cosillas, asumiendo algún crédito, y yo creo que tal como está el mundo el campo es una buena alternativa”, explica Ismael.
En su explotación hay cereal de secano y también algo de regadío, que dedica al ajo y a la remolacha. “Yo hago mis cuentas una y otra vez, y tengo bien comprobado que con una hectárea de regadío sacas más. Claro que lleva más trabajo, pero eso es lo que sé hacer desde pequeño, ser agricultor. Si quieres rentabilidad tienes que renunciar a demasiada comodidad”, apunta.
Entrega cereal a Cobadu, que cuenta con unos silos en su pueblo. “No te ofrece el precio más alto ni el más bajo, pero te aporta seguridad, y eso es muy importante”, comenta Ismael, que en los años que lleva de profesión ha aprendido que unos años se compensan con otros, que una gran cosecha puede venderse a mal precio y una mala cosecha puede superarse contando con un buen seguro.
A sus 27 años, le gusta la vida en el pueblo. “Somos algo más de 700 habitantes y hay bastante animación. Somos varios los jóvenes que vivimos aquí, tanto chicos como chicas. Y lo que está dando trabajo a la gente joven es el campo y las cooperativas, nuestro sector es el motor de los pueblos”.