Francisco Javier vive en Villanubla, un pueblo cercano a Valladolid. Tiene 31 años y es agricultor desde hace diez.
C.R./ Redacción
Francisco Javier tiene 31 años y es agricultor desde hace diez. Desde niño vivió la profesión en su casa, y no dudó que el campo era su sitio.
Tiene una explotación agrícola que suma secano y regadío, en la que produce cereales, guisantes, girasol y remolacha. En estos años ha peleado para aumentar las dimensiones de su agricultura, y también ha invertido en la reestructuración del regadío y en maquinaria. Hoy está satisfecho de su explotación, “creo que es la idónea, porque trabajo yo solo y estoy en el límite de lo que puedo abarcar. Como tantos otros agricultores, esta campaña se ha encontrado con una mala cosecha de herbáceos, y espera que los resultados del regadío saneen las cuentas, especialmente tras el incremento de gasto que ha acarreado la subida de las tarifas eléctricas. “Con la remolacha al menos las cuentas están claras, no es como en la patata, que se hacen ricos los intermediarios a tu costa”, comenta, y añade que es una lástima que aquí no contemos con cooperativas tan fuertes como las francesas, capaces de plantar cara a los abusos.
Lleva en ASAJA casi desde que empezó a trabajar, “me acerqué por afinidad a sus ideas y principios y la verdad es que siempre me han tratado bien”. No falta a las manifestaciones que se convocan “porque es una medida de la fuerza de nuestro sindicato, y cuanto más fuerte sea más voz tendrá en las negociaciones”, apunta.
Francisco es un agricultor pero también un joven de hoy, que considera que hay que trabajar firme, pero también tener tiempo para poder disfrutar de la vida. “Ya ha pasado el tiempo en el que el agricultor era un señor sin afeitar que buscaba una mujer para que le hiciera la comida y cuidara del ganado”, bromea.