Elías es un veterano en ASAJA-Burgos, donde dice que entró “hace mucho, fíjate que hasta tenía pelo…”. También lleva una pila de años como agricultor.
Elías es un veterano en ASAJA-Burgos, donde dice que entró “hace mucho, fíjate que hasta tenía pelo…”. También lleva una pila de años como agricultor. El trabajo le gusta y, por fortuna, ha podido vivir de ello. Aunque no cree que el futuro sea esperanzador: “no es sólo porque la agricultura sea insegura, es que la ido dejando de la mano de Dios, incluso políticamente. Ha habido una reconversión brutal, y seguirá habiéndola”, comenta.
Por eso le da un poco de temor que alguno de sus hijos siga su estela. Aunque al final, como dice, “la vida le va espabilando a uno, aunque sea a sartenazos”. Y la verdad es que Elías ha sabido cómo defenderse, cómo ir abriendo una puerta cuando la otra se cerraba.
Por eso, la explotación que hoy trabaja junto a sus hermanos no se parece en nada a la que tuvieron sus antepasados. Ahora junto al cereal convive la remolacha, la patata, los forrajes y también la paja. Han apostado por esta última producción, invirtiendo con esfuerzo en maquinaria para poder preparar cada campaña cerca de 4.000 toneladas de paja. Luego la almacenan, y no la venden hasta los meses de abril o mayo. Es una manera de diversificar la renta y también “de mantenerse ocupado todo el año”, señala Elías. Además su pueblo, Pedrosa del río Urbel, tiene una buena tierra, que aguanta tanto el agua como el calor y ofrece buenas producciones; aceptables incluso en un año “regular tirando a malete” como éste.
El problema, como en tantos otros, es que se va quedando sin gente. Muchos son los que en invierno marchan a la capital, a sólo 18 kilómetros, y regresan a la casa del pueblo con el buen tiempo. Hace tiempo que no hay escuela, y la señora que lleva el único mesón de la localidad pronto se jubilará. “Es una pena, porque esas pequeñas cosas son las que dan vidilla al pueblo”, comenta.