Sabe y sufre como cualquiera los problemas del ovino, pero no le gusta quejarse: “trabajando y con ilusión se sale de todo”, afirma este joven ganadero de Pardilla (Burgos).
Campo Regional./ Teresa S.N.
Eduardo estudiaba Químicas hasta que, en 2002, se empeñó en tomar el testigo familiar y apostó fuerte por el ovino. “Mi padre trabajó en varias cosas, pero de lo que de verdad estaba orgulloso era de sus ovejas. Pensé que era algo que conocía bien y en lo que podía destacar. Estoy convencido de que en nuestra tierra tenemos un potencial muy grande”, explica. Sabe y sufre como cualquiera los problemas del ovino, pero no le gusta quejarse: “trabajando y con ilusión se sale de todo”, afirma.
Cada año nacen en su explotación, en Pardilla (Burgos), cerca de dos mil lechazos churros, que ya son. “Y más si valoras el movimiento que generan: 8.000 cuartos, 16.000 personas en restaurantes comiendo asado”, calcula. Ha hecho una fuerte inversión para automatizar todo lo posible el manejo, y cuenta con un equipo cualificado. Su objetivo es controlar el sistema de cría para garantizar rendimientos y lograr la máxima calidad. Siempre inquieto, en los últimos tiempos ha cerrado el ciclo, con una industria que le permite comercializar cuartos de cordero asado envasados al vacío, que también pueden degustarse en sus instalaciones. “La idea es que comercializando directamente gana el ganadero, porque consigue mejor precio, y gana el cliente, porque la trazabilidad y calidad está asegurada”, apunta. Incluso ha acuñado el término “oviturismo”, ofreciendo visitas en las que se ve todo el proceso, desde la granja, hasta la mesa.
Para este ganadero del siglo XXI –finalista al premio joven agricultor europeo y también al joven empresario de Burgos–, lo que no ha cambiado es el tiempo que dedica a su explotación: todas las horas, todos los días. “La ganadería es un tema vocacional, sea grande o pequeña tienes que ver cómo buscar el humor para atender cada día a los animales”, explica.