“El futuro son las tierras propias, porque con estos precios, no se pueden pagar rentas”. Así lo dice David, un joven salmantino de 28 años que ha estado desde niño unido a la agricultura.
C.R./ José Manuel Blanco
David es uno de esos jóvenes que siempre estuvo ayudando a su padre. Lleva la agricultura en la sangre. Hace cinco años, cuanto tenía 23, decidió dar el paso e incorporarse coincidiendo con la jubilación de su padre. “Desde pequeño siempre le estuve ayudando y conocía bien el trabajo. Estuve dos años trabajando en un matadero de cárnicas, pero al final vi que me gustaba todavía menos que el campo, que siempre me gustó. Si no me gustará, no estaría aquí”, comenta con una amplia sonrisa
En la actualidad lleva una explotación de regadío y secano en la localidad salmantina de Villagonzalo de Tormes. “Es la mitad, 35 hectáreas de secano, que destinó a trigo, y otras 35 de regadío, en la que solemos sembrar maíz y unas seis hectáreas de patatas” comenta.
Aboga por llevar con gusto la explotación. “Lo peor son los disgustos que te llevas, sobre todo con el precio y la climatología. En el caso de la patata sobre todo, porque es un producto con unos precios muy inestables. En cambio, en el maíz suele ser una productividad muy similar aunque en los últimos años también han sido inestables”, lamenta.
David reconoce las dificultades que tienen los jóvenes para incorporarse. “Tienes que tener una ayuda y venir muy bien de atrás. Para poder funcionar hay que tener lo que me dejó mi padre, y más, porque si no estás fastidiado. Desde que me quedé con la explotación todos los años he ido comprando alguna parcela, con ayuda de mi hermano. Destinamos los pocos beneficios que nos quedan a comprar más parcelas, todas de regadío, excepto seis hectáreas que son de secano. El futuro pasa por tener parcelas propias porque tal y como está la situación, no se saca para rentas”, comenta.
Su hermano tiene una empresa de servicios agrícolas a terceros y mantienen una estrecha relación. De hecho, David suele hablar en plural. Juntos se ha planteado en numerosas ocasiones meter algo de ganado en su explotación pero todavía no se han decidido a dar el paso.
Además, este joven aboga por perseverar en los cultivos. “La clave está en sembrar siempre, en tener la explotación produciendo al máximo, sobre todo en cultivos como la patata, donde el balance hay que hacerlo después de varios años. En este sector, con lo inestables que son los precios, las cuentas no son anuales, sino que hay que ver varios años en conjunto”, sentencia.