Cristina nació en un pueblo minero, Santa Lucía de Gordón, y ni su familia ni su marido tenía nada que ver con la ganadería, así que el hecho de que, hace diez años, decidiera hacer de las cabras su profesión no deja de ser sorprendente.
Cristina nació en un pueblo minero, Santa Lucía de Gordón (aunque ahora vive en Villarodrigo de las Regueras, muy cerca de León), y ni su familia ni su marido tenía nada que ver con la ganadería, así que el hecho de que, hace diez años, decidiera hacer de las cabras su profesión no deja de ser sorprendente. “No tenía un trabajo estable, barajé varias cosas y al final me decidí por la ganadería y, en concreto, por las cabras”, comenta. Una elección inicial intuitiva, pero después muy razonada. Comenzó a investigar, visitó granjas e intentó recabar cualquier información sobre el caprino, “el gran desconocido”, como ella indica. Admite que los primeros cinco años no fueron fáciles aunque, con el tiempo, ha logrado una buena fórmula de alimentación que, junto a un manejo cuidadoso, le ha permitido llegar hasta hoy con unos resultados productivos bastante buenos. “Los errores te hacen avanzar, y poco tiene que ver mi explotación actual con la de hace diez años: hay mejor selección y genética, mejor manejo, mejores rendimientos… todo”, explica Cristina, una ganadera muy organizada que cada día da de comer tres veces y ordeña dos a sus cabras. Tampoco descuida la parte empresarial, “porque esto es un negocio como otro cualquiera, y hay que contabilizar cada gasto”, ni el papeleo, que quizás es lo que peor lleva.
Cree profundamente en el asociacionismo, forma parte de un colectivo de productores de alpina, entrega su leche a una cooperativa, Calporc, y también participa en la Junta directiva de ASAJA-León. “Hay tiempo para todo, es cuestión de organizarse”, asegura, y apunta que incluso logra escaparse una semana al año con su familia, porque todo el mundo merece unas vacaciones. Porque además de todo, tiene dos hijos, un chico y una niña que en el cole dice que de mayor va a ser cabrera.
