Armando es un agricultor vocacional. Tras varios años como militar decidió dejar este puesto para probar suerte en el campo. “
Armando es un agricultor vocacional. Tras varios años como militar decidió dejar este puesto para probar suerte en el campo. “Sé que puede parecer que estoy un poco loco” –comenta– porque antes tenía cero preocupaciones con un sueldo fijo y ahora no hago más que encontrarme con dificultades y gastar dinero; pero aún así me encanta el campo”. En Alaejos, vive con su mujer y su hija de un año y medio, donde ha desarrollado su actividad durante los últimos cuatro años. “Toda mi familia se ha dedicado a la agricultura y gracias a ellos pude comenzar ya que, si no cuentas con un apoyo de alguien que ya se dedique a esto, es muy difícil abrirse camino”, explica. En su caso, todavía está esperando recibir la ayuda por incorporación.
Cultiva remolacha y cereal, este último lo está produciendo sólo para cubrir los costes, y sólo con la ayuda de la PAC saca algún beneficio. Sin embargo, en la actualidad, su principal preocupación son las patatas. “Uno pone de su parte todo lo posible, compras los mejores fitosanitarios y los mejores abonos para sacar una patata con la mayor calidad, pero aún así los intermediarios siguen comprándolas a países extranjeros”, se lamenta.
Armando es joven, tan sólo tiene 31 años, y mira al futuro con ilusión pero con el escepticismo propio de quien sabe que su trabajo, al final, depende de la reforma del OCM o las ayudas de la PAC. Como apunta, “hasta ahora las reformas siempre nos han permitido ir avanzando, pero nunca se sabe cómo te pueden dejar”. Como socio de ASAJA, considera que la Administración puede hacer algo más de lo que está haciendo actualmente, ya que no se da suficiente peso político a las organizaciones agrarias ni se reciben bien sus peticiones. Teme, al igual que muchos otros, que “el peso de España en las negociaciones no sea tan fuerte como debe en Europa”, concluye.