En Abastas, en el palentino Valle del Retortillo, tiene la explotación Alfonso. Como la mayoría de los agricultores, heredó la profesión de su familia.
En Abastas, en el palentino Valle del Retortillo, tiene la explotación Alfonso. Como la mayoría de los agricultores, heredó la profesión de su familia. También como muchos otros tuvo en tiempos algo de ganadería pero, estando solo para llevar la explotación, se centró finalmente en la agricultura, en concreto de secano, “así que aquí estoy, siempre pendiente de lo que manda el cielo y, lo que es peor, lo que envían los gobiernos”, bromea.
El último año no ha sido bueno para ningún agricultor. Tampoco para Alfonso, que ha visto cómo se mermaba su cosecha, repartida entre cereal, girasol y forrajes. Han sido estos últimos los que han conseguido un precio más aceptable, en esta campaña tan escasa, “y gracias también a que hay varias deshidratadoras en la provincia. Es una de las poquísimas alternativas que hay en secano, por eso le preocupa que, con la reforma del azúcar, haya un trasvase de hectáreas hacia los forrajes, masificándose la oferta.
Una incertidumbre más que sumar a todas las demás. “Ahora mismo –comenta– no sabemos ni los derechos, ni las normativas, ni siquiera el barbecho que hay que dejar. Y menos mal que en ASAJA nos arreglan el papeleo, porque si no tendríamos que dejar el tractor y estar todo el día haciendo cola en la Administración”.
Así las cosas, como dice Alfonso, en el sector el optimismo brilla por su ausencia. “Antes la gente del campo iba cantando al trabajar, pero ya no canta ni la radio. Es que hasta echando la partida captas el desánimo de la gente, y lo siento aún más por la gente joven, porque tal como están las cosas van a sufrir mucho”. Por eso, augura que, tras el paréntesis navideño, los profesionales volverán a la calle, “seguirá la guerra”.