Cuando Alfonso tomó las riendas de la explotación familiar tenía sólo 18 años. La enfermedad de su padre aceleró esta incorporación, de la que nunca se ha arrepentido.
Cuando Alfonso tomó las riendas de la explotación familiar tenía sólo 18 años. La enfermedad de su padre aceleró esta incorporación, de la que nunca se ha arrepentido. Al contrario, afirma que hace lo que le gusta, aunque nadie acaba de acostumbrarse a estar disponible “24 horas al día y de por vida” para la ganadería. Por fortuna, este salmantino, de Peralejos de Abajo cuenta con el apoyo de su mujer, en lo que puede de su padre y también de su hijo, que ya tiene 15 años. “Esta profesión necesita del consenso de toda la familia y yo tengo la suerte de que en mi casa lo entienden y que ni siquiera tengo que pedirles que me apoyen”, señala.
Alfonso tiene una explotación mixta, con 350 ovejas awasi y assaf, de orientación lechera, y otras 60 vacas de charolés con morucho, para extensivo y cebo. Poco tiene que ver la granja actual con la que tenía años atrás, ni en número de animales ni en instalaciones. Al principio, su mujer y él pasaban seis horas al día ordeñando a mano las ovejas; hoy tienen una sala de ordeño con 12 puntos. Estos cambios les han obligado a invertir cantidades importantes, pero necesarias para simplificar el manejo y mejorar la productividad. También tienen agricultura complementaria, que garantiza buena parte de la alimentación de la cabaña. Aún así, hay que hacer muchos papeles y números para que cuadren las cuentas. “Al final, lo único estable son las ayudas de la PAC.
Miembro de la Junta Directiva de ASAJA-Salamanca, cree firmemente que para cualquier profesional es necesario estar en una OPA, porque en ella estás más amparado y arropado, y te proporciona algo clave, la información. Además, ha sido interventor de su cooperativa, Cogalad, y es alcalde de su pueblo. “Me cuesta decir que no a cosas en las que creo. Es muy gratificante conseguir cosas para tu sector y para tu pueblo”.