Fue minero (también cartero) antes de volcarse en la agricultura y la ganadería, profesión a la que todo le empujó después de que se cerrasen las minas de Mudá y Barruelo. Porque a pesar de su juventud –tiene 41 años-, Alberto Julián Calvo ya ha recorrido un largo camino desde que se jubilaron sus padres, que mantenían una explotación agroganadera en Salinas de Pisuerga. Empezó con catorce vacas de leche y catorce años después y muchas inversiones, ha conseguido sacar adelante una explotación con más de 100 vacas de carne además de los cultivos de cereal, forraje y girasol.
Compagina su profesión con otras responsabilidades, entre ellas, la de presidente de la Junta Agropecuaria Local de Salinas y miembro de la Junta Provincial de ASAJA. Firme defensor de las cooperativas –es miembro de una cerealística de Aguilar-, se inició en el sector con muchas ilusiones. “Ahora me siento decepcionado. En un principio la PAC se enfocaba a la modernización de las explotaciones. Hicimos grandes inversiones, y ahora todas las administraciones nos dejan desprotegidos”.
A pesar de todo, cree que las ayudas para el campo “son buenas, pero están mal enfocadas. En el campo no sobramos nadie, pero cada vez somos menos, no hay relevo generacional”.
Respecto al supuesto conflicto de intereses entre agricultura y medio ambiente, Alberto es categórico. “Los agricultores nunca nos hemos opuesto a nada. Sin embargo, nos inundan de normas, obligaciones y licencias que acaban por agobiarnos. Cada vez pintamos menos”, lamenta.
Tampoco entiende por qué todas las ventajas y ayudas se dirigen “hacia quienes sólo viven quince días en el medio rural” mientras se escatiman a quienes “con nuestro trabajo lo sostenemos todo el año”. Aún así, se siente feliz de vivir en Salinas. “Mi pueblo es genial y digno, pero sufrimos la soledad. En mi zona sólo hay otros dos jóvenes dedicados al campo, y demuestran mucho valor por seguir en esto”.