Donaciano Dujo. Presidente de ASAJA de Castilla y León
A la vuelta de la esquina asoma la Navidad y el final de este 2020. Bonito número que tenía este año, que sin embargo va a dejar un recuerdo muy duro en la memoria de todos. En unas semanas más, cumpliremos un año entero de convivencia -no deseada- con la pandemia, con sus restricciones y confinamientos, y sobre todo con sus peores secuelas, la pérdida de vidas y de la salud de tantas personas ya que han pasado por esta amarga experiencia. Los datos, reales y crudos, de muertes y enfermos, de cierres de negocios, de Ertes y malas previsiones; los políticos de un lado y otro tirándose los trastos a la cabeza, y los meses que llevamos en casa, los ánimos están por los suelos y las cabezas no funcionan como debieran. Así que las navidades se presentan para todos con muchas incertidumbres.
Y a todo esto, hay que sumar el temor por cómo se va a traducir todo esto en el consumo y las ventas, sobre todo de productos bandera de estas fechas, como son los lechazos, los cabritos, la carne de ternera, el ibérico, los vinos… y tantos otros cuyos beneficios de todo el año dependen en una parte muy importante de lo que vendan, y a qué precio, en Navidades. El otro “gran momento” de estas ventas coincide con el verano, con la llegada de esos millones de turistas que en este 2020 ha sido imposible.
Así las cosas, en estos momentos sería inaceptable cualquier descuido en los controles que deben ejercer las administraciones para evitar que se vendan lechazos de fuera como “de Castilla y León” solo porque se congelaron y empaquetaron en un matadero de aquí. Desalmados siempre ha habido y habrá, pero la administración no puede mirar para otro lado, y menos aún en un año tan desesperado para nuestros ganaderos, con pérdidas acumuladas desde hace meses.
Cada lechazo, cada ternera, cada caja de vino vendida este año cuenta, y mucho. No habrá esas grandes celebraciones de otros años, ni comidas de empresa, ni encuentros de compañeros. La mayor parte de las ventas irán al canal doméstico, puesto que será en nuestras casas, con nuestras familias, donde mayoritariamente pasemos estos días. Este año más que nunca “jugamos en casa”, y tenemos que conseguir que los castellanos y leoneses, y los españoles en su conjunto, llenen su mesa de alimentos nacionales. Porque no hablamos solo de nuestras nueve provincias. Ahí al lado tenemos a Madrid, con sus seis millones y medio de habitantes. Ellos tienen la gente y nosotros tenemos el campo y los buenos alimentos. En esas mesas de la gran ciudad también tiene que estar nuestro lechazo, nuestro jamón, nuestros quesos, nuestro buen entrecot, nuestro cochinillo, nuestros vinos y espumosos. Porque son ricos, porque son de calidad, porque tienen un precio inmejorable y, sobre todo, porque apostar por el consumo de lo propio es la mejor manera de generar valor en tu propia tierra.
Ahora que tanto se habla de reconstrucción económica, empecemos por lo más fácil: pidiendo a cada consumidor español que mire la etiqueta y elija productos de aquí en su cesta de la compra. En Navidad, y cada día del año.