¿Cuántas veces hemos dicho que nuestros políticos de las últimas décadas han perdido el sentido común y se han dedicado a legislar desde el absurdo, centrándose en políticas baratas pero populistas, dirigidas a una sociedad adormecida entre el fútbol y los realities? Al igual que en la antigua Roma: Pan y circo.

¿Acaso no hemos denunciado innumerables veces, desde el sector agrario, la falta de coherencia en las exigencias impuestas por nuestra Europa? Esa Europa que se jacta de su visión globalista y de liderar políticas para salvar el planeta, con su “Pacto Verde”, un marco que condiciona todas las actividades productivas de los europeos, especialmente las agrarias, mientras otorga ventajas a los productores externos.

Estas políticas, que solo responden a una corriente ideológica —respetable como cualquier otra, siempre y cuando no se lleve al extremo en todos los aspectos de la gestión de los territorios y la vida de las personas—, han terminado fortaleciendo ideologías totalmente opuestas. Esto es precisamente lo que ha venido ocurriendo en los últimos tiempos en el viejo continente y en otras partes del planeta.

El cambio político en EE.UU. ha puesto de manifiesto la deriva en la que estábamos inmersos y, aunque a muchos líderes les cueste admitirlo, tendrán que dejarse de bobadas y empezar a centrarse en lo que realmente importa.

Por orden de prioridad, entiendo que la autosuficiencia alimentaria debería ser un objetivo fundamental. Para ello, la Unión Europea debería reorientar su Política Agraria, volviendo a sus inicios, cuando se buscaba garantizar explotaciones agrarias que aseguraran las producciones que la sociedad europea demanda.

El sector agrario está muy mermado; somos pocos los activos que le quedan a Europa. Estamos a pocos meses de que comience el debate sobre el próximo marco financiero y la futura reforma de la PAC. O se corrige radicalmente en esta reforma, o en la próxima será demasiado tarde.

También somos conscientes de que, en este momento, se requiere presupuesto para otras partidas que Europa nunca antes había contemplado, como la defensa. Ha quedado claro —tal como ya ha señalado la administración estadounidense— que ya deberíamos ser lo suficientemente responsables para protegernos por nuestra cuenta y no esperar que sean los americanos quienes defiendan nuestras fronteras.

En este contexto, esperemos que tengan claras las prioridades. Como he dicho en muchas ocasiones: “No jueguen con las cosas del comer”. Somos los agricultores quienes garantizamos la alimentación. Si dejamos que esta panda siga desmantelando nuestro sector, los culpables seremos los ciudadanos por permitir que nuestra autonomía quede en manos de inútiles.