Marzo 2020 |A FINALES DEL pasado año, desde la dirección de ASAJA Nacional, tomamos la decisión de iniciar un proceso de movilizaciones sin saber cómo enfocarlo, ni si hacerlo por provincias, actos en cada región o una gran manifestación nacional. Tampoco teníamos claro si haríamos concentración, manifestación o tractorada. Lógicamente, las dudas que nos surgían se basaban en la inseguridad del respaldo que nuestro sector nos brindaría, fuera cual fuese el acto que convocásemos. Ya en el mes de enero, se tomó la decisión de dejar a libre elección de las provincias el tipo de acto que se quisiese hacer e, igualmente, se consensuó con las otras organizaciones más representativas fijar los últimos días del mes de enero, entre el 28 y el 31.
De los primeros en lanzarse a esta campaña de defensa del sector, tras el municipio de Don Benito en Badajoz, fuimos Salamanca y Zamora. Convencidos de que la situación requería de un acto contundente y de que no nos podíamos arriesgar al fracaso. Tomamos la decisión de convocar una tractorada, entre otras cosas, por las dudas que nos surgían del respaldo del sector e interpretando que, por pocos tractores que consiguiésemos
concentrar, tendría más impacto que la simple participación de varios cientos de personas.
El día 30 de enero, decenas y decenas de tractores tomaron Salamanca acompañados de varios miles de agricultores.
Cifras similares lo hicieron en Zamora a la misma hora. El impacto de los tractores sobre el impoluto asfalto urbano de Salamanca y Zamora en esa primera instancia, animado por las cargas policiales contra compañeros nuestros en Don Benito, fue el detonante de la mayor campaña de protesta del sector agrario español.
La escalonada convocatoria de tractoradas en las provincias de todo el territorio, animadas unas por el impacto de la anterior, al igual que la gran cobertura mediática que todos los medios nos han brindado al amparo de un reconocimiento social e institucional sin precedentes, han otorgado al sector primario un protagonismo que, desde mi punto de vista, se merece.
El sector agrario ha pasado desapercibido durante muchos años para una sociedad mayoritariamente urbanita, ajena y desconocedora del origen de los productos de primera necesidad, de los alimentos y bebidas que cada pocas horas degustan en sus hogares o restaurantes preferidos. Ignorantes de los procesos que preceden a los mejores embajadores de este país en el mundo, el jamón, el vino, el aceite, la paella, el cocido, el lechazo o la huerta murciana, el plátano de Canarias o la lenteja de la Armuña, la miel de la sierra o el chuletón de morucha.
Nos vieron movilizarnos por todas las ciudades. La del siguiente día, mejor y mayor que la del anterior. Más tractores, más agricultores y ganaderos y, lo más importante, cada vez más convencidos. Convencidos de que nadie defenderá lo nuestro. Seguros de que tenemos la razón. Hartos de la constante humillación, con argumentos sólidos, porque sabemos que esta vaca ya no da más leche, pero a su vez certeros que, sin nuestras manos, arrugadas y marcadas por los callos, por los aceites quemados, de tierras pregnadas, sin estas manos que hoy trabajan la tierra, mañana no podemos esperar tener un relevo en el sector.
Por la supervivencia de un país, más dependiente del sector primario de lo que la mayoría cree
Sin trabajadores en el campo pasaremos a ser dependientes de terceros países en el sector más estratégico, la alimentación. Si ya es un gran problema ser deficitario en el sector energético, mucho más lo será ser totalmente dependiente de alimentos. El sector agrario está en guerra. Sacamos los ‘tanques’ (tractores) a las ciudades. Lo hicimos por nuestra supervivencia, sí, pero también por la de nuestros pueblos, por la supervivencia de costumbres y tradiciones pero, sobre todo, por la supervivencia de un país, más dependiente del sector primario de lo que la mayoría cree.