Mayo 2019 | EN ANTERIORES mensualidades de Campo Salmantino me dedique a reflexionar sobre los procesos electorales en los que estábamos inmersos y de los que hace pocos días hemos salido, de momento, ilesos. Nos daremos un tiempo antes de evaluar las modificaciones que sobre todo en ámbito regional podremos apreciar, siempre y cuando desarrollen las promesas que durante los anteriores meses nos habían trasladado.
El devenir de la política es algo que a nuestro sector nos afecta mucho. Somos un sector intervenido con el fin de controlar el IPC a costa siempre del sector primario y de los productos de primera necesidad. Lo que demuestra la importancia que tenemos aunque la sociedad no lo ve así. No lo reconocen porque siempre han tenido la nevera llena de alimentos en los que pueden confiar ya que son ínfimos los casos de intoxicaciones, adulteraciones o cualquier otro perjuicio que ponga en peligro la salud de las personas, como consecuencia de consumir los productos que en nuestro país se desarrollan.
Por lo tanto, la sociedad lo asume intrínsecamente sin parar a pensar qué es lo que sucedería si ese cada vez más pequeño porcentaje de personas que se dedican a cultivar las tierras o cuidar ganado sigue reduciéndose. ¿Hasta cuándo puede un país permitirse el lujo de infravalorar la mano que te da de comer? ¿Cuánto se puede ningunear a un sector y que la sociedad sea incapaz de reconocer este trabajo?
Ya es hora de que nos hagamos valer, que dejemos de agachar la cabeza cuando nos acusan de que la contaminación es cosa de los gases que producen los animales pero no se dan cuenta de los que emiten los automóviles que pueblan las grandes ciudades. Nos acusan de la extinción de especies por la colonización de terrenos para cultivo y no ven las grandes extensiones para segundas residencias y campos de golf. Dicen que son los productos utilizados en agricultura para tratar las malas hierbas los que contaminan los aguas y no se dan cuenta de los vertidos de las grandes empresas.
Queda prohibido dejarse pisotear por ecologistas de sofá, animalistas de zoológico y todo tipo de salvadores que no demuestran con hechos que están haciendo un servicio a la sociedad, al menos tan digno como el nuestro, que es producir alimentos.
Por otra parte, toca recordar que hemos acabado la campaña de tramitación de las solicitudes PAC. Y tengo la obligación moral de poner en valor a todo el equipo de profesionales de ASAJA Salamanca.
Para ellos ha sido una maratón de tareas, expedientes, incorporaciones, cursos, jornadas, recursos, consultas, subvenciones, PAC, comercialización de la miel, comunicados de prensa, alegaciones, declaraciones de renta, seguros…
A cualquier socio de esta organización le resulta normal y lo tenemos asumido como tal, el hecho de que haya un plazo para tramitar cualquier cuestión y este equipo tiene el trabajo hecho en tiempo y forma. Sin embargo, detrás de todo esto hay un grupo de personas que cada año se sigue superando y cumpliendo con las necesidades de los socios y las expectativas de esta organización. Ellos son los que hacen que sigamos creciendo y nos consolidemos como la primera organización en todos los ámbitos.
ASAJA Salamanca, en estos primeros meses del año, ha tramitado unos 80 expedientes de jóvenes y modernización de explotaciones; un 41’6% de los jóvenes que han accedido al campo lo han realizado con ASAJA Salamanca. Esta opa ha atendido unas 15.000 consultas en los cinco primeros meses del año, entre otras tantas tareas. Y, sobre todo, y donde nuestros trabajadores se dejan la piel, han tramitado 1.454 solicitudes únicas de la PAC; un 5’52% más que el año anterior que a su vez también fue muy superior al precedente y hay que tener en cuenta que el censo agrario pierde profesionales año tras año. De hecho, en la provincia de Salamanca se han registrado 355 solicitudes menos que en 2018 y nosotros hemos hecho unas 80 más que la campaña anterior; por algo será.
Me gustaría que todos los socios fueran conscientes de la suerte que tienen de poder contar con un grupo tan cualificado y eficiente del que yo sí estoy orgulloso. Mi gratitud a Encarna, Marisa, Juan, Rebeca, Jaime, José Ignacio, Ana, Verónica, Trinidad, Isabel, Almudena, Francisco, Rafa, Manolo y Mariano.