Octubre 2020 |EN ESTOS DÍAS, asistimos a un nuevo colapso por contagios del dichoso coronavirus. Recuerdo cuando, en febrero, veíamos las imágenes de cómo los chinos, de una ciudad de la que nunca habíamos escuchado, Wuhan, construían un hospital de 1.000 camas en tan solo diez días. Admirábamos de la eficiencia que pueden llegar a tener allá, en la otra punta del mundo. Sí, la otra punta del mundo, porque en aquel entonces, ‘esta fiesta’ no iba con nosotros, o al menos eso es lo que creíamos.
Tan solo un mes después, a primeros de marzo, nuestras autoridades, ésas que disfrutan de todos los asesores y deberían tener un conocimiento claro de lo que ocurre en ámbito global, nos decían que “en este país, tendríamos un par de casos…”. El resto de la historia, hasta la actualidad, ya todos la sabemos.
Digo yo, que el hecho de que yo no sepa personalmente cómo va a evolucionar la epidemia tiene sentido, porque no soy un experto, ni médico, ni científico, ni historiador. Sin embargo, no concibo que, con los antecedentes del año 1918 y la mal llamada Gripe Española, hayan dejado que entremos en una segunda ola de contagios, igual que pasó hace 100 años. Tampoco concibo que hasta que no estemos infectados todos no se empiece a poner medidas de prevención. Por no haber gastado un dinero en pruebas masivas para aislar los contagios cuando eran pocos, ahora, nos tendremos que gastar muchísimo más —cosa que no tenemos— en recursos sanitarios; y nos ha quedado el haber perdido muchas vidas y haber hundido nuestra economía para unos cuantos años.
El desastre económico en el que estamos instalados pasara factura a muchos sectores de nuestra provincia. Como ya ocurrió hace siete u ocho meses, nos enfrentamos a la imposibilidad de vender nuestros productos y, en el caso de poder venderlos, me temo que será a un precio muy por debajo de nuestros costes de producción. Muchos sectores están parados, la hostelería cerrada, el turismo desaparecido y de cara a las futuras navidades está claro que no mejorará nada.
Con este panorama, retomo mi desconcierto en los primeros párrafos. Vemos como ante un mismo problema, los 17 ‘países’ que componen España (nótese la ironía) van por libre; cada uno toma unas medidas distinta al otro; uno cierra para que no entren de la comunidad vecina y la vecina cierra para que no vayamos nosotros; unos ponen toque de queda a las 22:00 horas, otros a las 24:00… Y, en este desaliño, nos encontramos los que intentamos poder trabajar.
“Que todo el que tenga un problema, duda o inquietud, piense en ASAJA Salamanca como solución”
Tal y como ocurre desde el principio de la pandemia, el agricultor y el ganadero efectúan todos los compromisos ante la Administración, en los mismos plazos y con la misma diligencia, pero con muchas más dificultades. Cumplir con nuestras obligaciones rutinarias (altas de ganado, bajas, guías…) conlleva una gran pérdida de tiempo y muchas incomodidades por las medidas internas implantadas en la Administración; sólo hay que fijarse en las puertas de las Unidades Veterinarias día sí y día también.
Si nuestra obligación ya no es tan rutinaria, sino que se trata de una carta que nos llega de Confederación Hidrográfica, de Hacienda, de Catastro… y no sabemos exactamente lo que nos piden, mal lo tenemos. Es casi imposible contactar con el funcionario de turno para que nos explique lo que nos están exigiendo. Si, desgraciadamente, tenemos que estar confinados por haber sido ‘contacto directo’ con un positivo o situaciones similares, nos preguntamos qué pasa con nuestro ganado, lo podré atender, cómo actúo etc.
Pongo a disposición de todos los asociados, como no puede ser de otra manera, todos los servicios técnicos, jurídicos, administrativos y a la propia Comisión Permanente de ASAJA Salamanca, para que este difícil camino sea más llevadero para todos. Que todo el que tenga un problema, una duda, una inquietud piense en ASAJA Salamanca como una solución, porque ahí estaremos.