Abril 2020 | SE ACUERDAN USTEDES que hace tan sólo cuatro meses estábamos en las calles de todas las ciudades, para pedir dignidad y un mínimo de rentabilidad para el sector agrario? En marzo, paramos el calendario de movilizaciones por el riesgo de propagación del virus y por la evidencia de unos riesgos para la salud de la sociedad, que hacían prioritario intentar contener esta pandemia.
Ha tenido que ser una catástrofe de esta magnitud, que nada tiene que ver con nuestro sistema productivo, la que ponga negro sobre blanco.
Hace seis meses, se acusaba al sector agrario de ser el causante del calentamiento global, de contaminar más que nadie; en definitiva, de acabar con el planeta, casi nosotros solos. Pues bien, milagrosamente y en contra de lo que decían tanto ‘erudito ecologeta’, la contaminación se ha reducido hasta mínimos históricos. Ya se vuelve a respirar en las grandes ciudades, porque en los pueblos siempre pudimos respirar. O se aprecia como en parques naturales y grupos de fauna están recuperando su estado histórico. Pero el sector agrario no ha parado. Nuestras vacas siguen defecando en el campo, seguimos haciendo las labores en nuestros cultivos. Es más, hemos tenido que apretar el paso para garantizar el abastecimiento de alimentos por el problema con el cierre parcial de las fronteras. Incluso hemos sacado nuestros tractores para desinfectar pueblos y ciudades, y como siempre, desinteresadamente para dar un servicio a nuestra sociedad.
¿Dónde estaban los ‘ecologetas salvadores’ del planeta? No se les ha visto. Yo creo que tampoco se les esperaba para arrimar el hombro. O ¿estarían fingiendo un importante informe para salvaguardar una especie, que seremos los hombres y mujeres del campo los que pondremos los medios y ellos los que recojan la ‘pasta’?
Ha tenido que ser una enfermedad muy contagiosa, similar a muchas que durante años surgen, la que ha abierto los ojos sobre la necesidad de una agricultura local, de lo imprescindible que es ser autosuficiente en determinados sectores.
La sociedad por fin se ha dado cuenta, que los alimentos no aparecen en los comercios por obra divina; alguien los produce, los transforma, los transporta, los conserva, los coloca y pone a disposición del consumidor.
Porque —no nos equivoquemos— el consumidor tuvo miedo de desabastecimiento, salieron a acumular alimentos y productos de primera necesidad. Por suerte, todavía quedamos productores para suministrar nuevamente; y al siguiente día, otra vez y otra… Pero se les olvidará y llegará un día en el que no estaremos ahí.
Hay un detalle muy importante en el origen de esta pandemia. Es una enfermedad que ha pasado de animales a personas. Al igual que la mayoría de las enfermedades que continuamente surgen, por cuestiones naturales. La mayor parte son zoonosis; es decir, enfermedades que se trasmiten de los animales a las personas o viceversa. Esto ha sido así siempre. De ahí, la importancia de tener el control de la producción de alimentos, frutas, verduras, lácteos o carnes, por abastecimiento, por calidad y por garantías sanitarias para el consumidor.
Nos hacen competir en mercados globales sin tener en cuenta más que el precio del producto en origen, pero no se dice que los requisitos de producción no son los mismos, ni los controles sanitarios, las exigencias medioambientales, ni el respeto a los trabajadores.
Si seguimos dejando en manos de las grandes distribuciones e intermediarios, sin tener claros estos aspectos, nunca tendremos la seguridad de que los productos importados cumplan la trazabilidad de éstos. De hecho, ocurre así en la actualidad. Nuestras frutas y verduras tienen muy limitado los tratamientos que se les pueden aplicar, los que vienen de Marruecos, Sudáfrica etc nada que ver.
Nuestra cabaña ganadera está sometida a continuos controles en las explotaciones: tuberculosis, brucelosis, lengua azul, peste porcina, etc. Sometida a una estricta norma de bienestar animal, bienestar en el transporte, controles exhaustivos en mataderos, seguimiento en la trasformación y el envasado. ¿Alguien sabe cómo lo hacen en otros países? Basta con observar cómo se encuentran estos productos en mercados de muchos de ellos.
La irresponsabilidad de este mercado global, acabará con nuestro sector agrario. Y lo que es peor, y desafortunadamente lo estamos viviendo, también matará a muchos de nuestros seres queridos.