Octubre 2022 | INICIAMOS EL AÑO AGRÍCOLA más complicado en mucho tiempo. Pese a que muchos le intentan echar la culpa a la Covid o a la guerra en Ucrania, lo cierto, es que la tenemos la sociedad. Sí, dicho de esta manera, nos pueden surgir muchas dudas, pero si entramos en detalle estoy seguro de que compartiremos la misma idea. Toda la situación actual que vivimos agricultores y ganaderos (sufriendo por los altos costes en abonos, gasóleos, luz, la inflación desbordada en cuanto a materias primas, principalmente en energéticas) es culpa de nosotros, los votantes, que en las últimas décadas pusimos a los políticos más inútiles a gestionar el futuro de Europa. Nuestros dirigentes, nacidos todos en la política nacional y ‘ascendidos a los cielos europeos por obra y gracia de sus partidos divinos’, han basado sus prioridades en dar gusto al número de votos y asegurarse el sillón; es decir, dar gusto a la sociedad urbanita, totalmente manipulada por la nueva religión occidental: el ecologismo y sus fieles apóstoles, los lobbies manipuladores al interés del dinero.
Estos grupos de presión han llevado a la Unión Europea a un callejón sin salida y a la dependencia de terceros países en casi todo. Lo peor es que de los países que dependemos (en cuestiones esenciales como la industria manufacturera: China, Taiwán, Marruecos…; o en el caso de la energía, de los países árabes o Rusia), existe la posibilidad de que, en cualquier momento, nos ponen a pedir misericordia, ya que todos son regímenes autoritarios. Un ejemplo actual: Rusia. Se han cargado la industria porque en Europa no necesitamos ‘mancharnos’ las manos. En China, fabrican barato y producen a buen precio. Puede ser porque a ellos no les han inculcado ‘el odio al trabajo’, pero, aquí, seguimos fomentando la jornada como ‘trabaja tú que a mí me no me pinta’. En Europa, como somos súper ecológicos y sostenibles, hemos desechado todas nuestras formas de producción eléctrica, carbón, nuclear o hidroeléctrica intentando tirar los pantanos. Y nos oponemos a la fracturación hidráulica (modo específico de extracción de gas o petróleo), sin tener una alternativa real, porque para mantenernos con las renovables como fotovoltaica y eólica, vamos para largo.
Con todos estos antecedentes, es medianamente fácil anticipar lo que va a pasar con el sector primario. Los políticos a los que antes poníamos nota se vuelven a superar y no están haciendo nada por salvar el sector agrario en general; más bien lo contrario: el culto al sol y a la tierra, que promueve la religión ‘ecolegeta’, para ponerlo más complicado si cabe. Nos presentan una nueva PAC en la que: puedes sembrar, pero no recoger; puedes recoger, pero no abonar; si volteas, tiene que ser mirando a al sol; si siembras de una cosa, que sea solo un poco, porque tienes que cultivar lo que al burócrata europeo y siervo de Greenpeace se le ha ocurrido el día que cerró el ecoesquema. Sembraremos menos, abonaremos menos y nos gastaremos más; ese es nuestro cálculo de sementera. Además, como es muy probable, recogeremos menos, se le sumará que el producto no vaya a tener un buen precio; con todas estas lindes el resultado es un endeudamiento asegurado. Y, por si fuera ‘fácil’ la situación, la PAC lo complica aún más. Estamos abocados al cierre y, en consecuencia, la población tendrá que comer lo que Rusia o China estén dispuestos a vendernos —claro, si no se le cruzan los cables, ya que a estos regímenes de los que dependeremos, tienen ya los cables pelados—.