Junio 2019 | OTRA VEZ nos toca luchar contra los elementos, los divinos y, por supuesto, contra los humanos.
El tiempo no nos da tregua, me refiero en lo meteorológico. Hace nada que padecíamos una de las peores sequías, que nadie recordaba, en la campaña de 2017. Las consecuencias fueron desastrosas para todo el sector agrario. Por entonces, exigíamos a las administraciones —Consejería y Ministerio de Agricultura— que pusiese remedio al drama que sufría el campo, que no es otro que enfrentarse a una nueva campaña sin haber recogido el fruto de la anterior o a afrontar el mantenimiento de la ganadería el doble de tiempo de un año normal como consecuencia de la falta de pastos.
Las soluciones que nos dieron fueron meros parches de cara a la galería y no servían a todos. La medida estrella fueron unos créditos a bajo interés con el requisito que pasaran los filtros que ponía la Sociedad Anónima Estatal de Caución Agraria (SAECA). Por lo general, se concedieron principalmente al que menos lo necesitaba, pues el requisito más importante que ésta tenía en cuenta era el nivel de endeudamiento. Como es lógico, el que más lo necesita es el que más endeudado está y a ésos nos dejaron a nuestra suerte.
Para los afortunados, estos créditos en la mayoría de los casos tenían una carencia de dos años y, por lo tanto, tocaría empezar a pagar justo en estos momentos, cuando volvemos a afrontar una campaña muy similar a la de 2017.
“Después del popurrí de pactos, esperemos los partidos políticos se acuerden del sector”
Alguien puede pensar que el pasado año fue bueno en volumen de producción. Cierto. Lo fue. Sin embargo, todos sabemos que en precios y en nuestro margen de beneficios no fue así. Y todo esto pese a que los grandes productores de Europa, en el pasado año, sufrieron una de las peores cosechas de la historia. Si realmente hubiera sido una buena campaña, cabría la lógica de que deberíamos tener reservas al fin de afrontar otras posibles malas épocas. En cambio, los que nos dedicamos a esto sabemos que ‘en años buenos’ y con el margen que tenemos, sólo libramos los costes de producción y pagamos parte de las inversiones que tenemos que hacer para seguir manteniendo la actividad.
La realidad es que, con sólo un año de diferencia, nos toca encarar pérdidas más las acumuladas del 2017 y de los anteriores. Bajo este marco, permanecemos a la espera de saber de dónde sacaremos el beneficio para poder soportar estas malas campañas; lo que está claro es que de ésta, no.
Hace pocos días, concluían las etapas electorales que todos sabemos. Parecía que tenían un objetivo claro al respecto del sector agrario y la España vaciada. Se acordaron de nosotros en ese momento porque en los debates ni nos mencionaron. Sabían que algo había que hacer para poner remedio a la galopante despoblación de la mayor parte del territorio de nuestra comunidad, implementar los servicios, la sanidad, los regadíos, normas urbanísticas, saneamientos ganaderos, la tecnología, las comunicaciones, etc.
Pues bien, si después del popurrí de pactos, de partidos, de acuerdos, de propuestas, les queda algo del recuerdo de la campaña electoral en la que apenas nos mencionaron, ahora tienen la oportunidad de demostrar si quieren mantener lo poco que le queda al mundo rural. Deberán demostrar si quieren intentar conservar lo que tenemos y, después, poner en marcha todas las otras medidas hasta que ya no quede espacio para meter a más gente en los pueblos.
Desde ASAJA Salamanca seguiremos luchando, contra los otros ‘elementos’ —los humanos— por esa ayuda que necesitamos. Les trasladamos las peticiones, que ya son repetitivas y demasiado continuadas en el tiempo, necesitamos liquidez para afrontar otra campaña, el cobro de la PAC cuanto antes, unos módulos fiscales acordes a las producciones pero, sobre todo, que los seguros agrarios se doten de presupuesto y coberturas reales para que no tengamos que estar mendigando limosnas un año sí y otro, también.