Julio – agosto 2020 |COMO SIEMPRE, al final de la campaña de recolección toca hacer balance, repasar lo acontecido en la campaña y analizar los resultados de los frutos recogidos.
El fin del año agrícola se define al final del verano. La mayor parte de los cultivos se han recogido, los pastos y forrajes, también, y las producciones ganaderas, por norma general, se reinician ya que los animales de la campaña anterior ya se han vendido. Hay que dejar claro que hay sistemas de producción de carácter intensivo, en los que no se aprecia un inicio o final puesto que el flujo de producción es constante.
Al hacer el balance del final de campaña, se toma como referencia el año entero, porque en el fruto esta nuestro posible beneficio, que no siempre lo hay. En términos generales, ha sido un año peculiar en todo menos en los precios (que para ser fieles a su tendencia, no conseguimos que estén a la altura de los costes de producción).
De los tres factores que condicionan la rentabilidad de las explotaciones agrarias (climatología, política agraria y precio de mercado), esta campaña, hay uno que ha sido satisfactorio y con nota, la climatología. Ha sido un año excepcional, mas aún, teniendo en cuenta que en los últimos años hemos sufrido las mayores sequías que se recuerdan. El otoño, fue temprano; el invierno, suave en temperaturas y con lluvias moderadas; la primavera, de aguas abundantes y perfectas temperaturas han permitido, además, tener un verano de recogida más que aceptable de forrajes, pastos y cereales.
Hemos contado, hasta la actualidad, con el mismo apoyo al sector de las políticas agrarias, las típicas políticas establecidas en la PAC y los PDR; ni más, ni menos. Es cierto que, tras las movilizaciones de primeros de año, se nos ofrecieron muchas cosas, al igual que en los primeros meses del desastre producido por la pandemia, también se prometieron medidas para salvar los sectores más perjudicados por el cierre de la hostelería y el turismo.
Ayudas al ovino, compensación del precio perdido por el lechazo, 1.200 euros como máximo por explotación —¡cómo con esto salven al ovino, barata es la solución!— o la compensación a la congelación privada son algunas de las promesas. Ésta última mencionada sería buena opción si se hace un seguimiento y esa compensación repercute en el precio del producto, pero, si el que se acoge a esta ayuda le paga un precio ridículo al productor y, además, cobra por congelarlo, para luego venderlo cuando el producto esté en su justo precio, al productor no le ha llegado nada.
Otras de las medidas: las ayudas aprobadas por Europa de hasta 7.000 euros por explotación y 50.000 a pymes —esto vendido a bombo y platillo—. ¿A quién le ha tocado? Porque esto es como la lotería, creemos que toca, pero nunca a nosotros.
Y el otro factor, el de los precios. Éste es el que más me cabrea. Está viciado por una serie de intermediarios, que se dan la suficiente maña para obtener su abundante beneficio y, siempre, en perjuicio del último eslabón de la cadena: el productor. Por hablar de dos sectores en modo de ejemplo actual, el bovino de vida y el cereal.
Piden comprar a 138 pero ellos venden a 160 euros la tonelada. Se enriquecen a nuestra costa
Por una parte el vacuno de carne es un sector importantísimo en Salamanca, ya que esta provincia lidera el censo en España —más de 600.000 reses—. Nada más iniciarse la pandemia, sin que el mercado mostrase ningún síntoma de parón, se intentó suspender las cotizaciones en la Lonja provincial y, al no conseguir dejar desorientado al sector, pretendieron tirar el precio, con una bajada sin precedentes.
Por otra parte, otro caso similar, los inicios de las cotizaciones del cereal. El comprador y almacenista pedía 138 euros la tonelada para la cebada; el precio más bajo de los últimos 10 años. Y sólo lo argumenta diciendo que tenemos una cosecha buena, sin tener en cuenta que: España es un país deficitario en cereal; que, en otros países exportadores, no ha sido tan buena; que, en esas regiones, se cotiza más caro; y que los mercados de futuro todos apuntaban al alza. Y para colmo, estos mismos almacenistas suministran ellos mismos a 160 euros la tonelada en la época actual.
Nos están comiendo la merienda, nos estamos arruinando trabajando como siervos de unos pocos, que se enriquecen con nuestro beneplácito.