La opinión de José Luis Marcos, presidente de ASAJA-Palencia, sobre un asunto de actualidad como la inflación de los alimentos y los costes de producción que soportan los agricultores y los ganaderos.
No sólo el sonido de los gallos es demasiado estridente, la ganadería extensiva se empeña en molestar al lobo, los gases de las vacas matan a contaminación a los habitantes de Madrid o la agricultura perjudica gravemente todas las aguas nacionales y europeas. Por si fueran pocos estos fenómenos —y unos cuantos más, con los que debemos lidiar a diario desde hace tiempo—, ahora llega la última diana de los politiquillos hispanos: resulta que para la ministra de Economía, Nadia Calviño, la culpa de la inflación galopante que sufre España es de los agricultores y los ganaderos… ¡Toma ya!
La verdad es que no esperaba menos de personas que a diario empatizan tan poco con nuestro sector, o que parecen tenerle un odio insano. Empieza a preocuparme que estos ataques a la agricultura y a la ganadería ya no me sorprendan y que se hayan convertido en rutina.
SECTOR ATENAZADO. Para quienes no se encuentren iniciados en estos asuntos, o el único campo que conozcan sea el del equipo de fútbol que admiran, baste recordar que el sector agropecuario jamás ha puesto precio a sus productos. Siempre ha vivido atenazado por los eslabones superiores de la cadena alimentaria: la industria y la distribución.
Son innumerables las manifestaciones que hemos convocado las organizaciones profesionales del sector —y ASAJA en primera línea— para defender mejores precios para el sector, quejarnos del elevado coste de los insumos o denunciar la falta de rentabilidad en nuestras explotaciones; y aunque he leído entrevistas a representantes de la industria quejándose de que a ellos les impone los precios la distribución, nunca han venido a manifestarse con nosotros… así que imaginamos que no les va tan mal.
INCREMENTO DE COSTES. El único motivo de la subida de los precios de los productos que agricultores y ganaderos generamos en el campo es que hemos padecido un incremento brutal de nuestros costes. Insisto, el único.
Pero una posible desaparición de una parte del sector pone en jaque la propia existencia de las industrias que abastecemos, que precisan de nuestros productos para generar otros, ambos escasos, de modo que puedan seguir engordando sus balances, algo que, por otra parte, es totalmente lícito y legítimo en una economía libre de mercado.
Los agricultores y ganaderos somos necesarios. Indispensables. Y llevan décadas exprimiéndonos, pero en los últimos tiempos se ha visto un riesgo real de desaparición de buena parte del sector, atacado por políticas basadas en la ignorancia y el prejuicio. Se han pasado de frenada ahogando a los productores. Y ahora se tiran de los pelos. Nosotros no somos los culpables de la inflación, sino que también nos perjudica… ¡y de qué manera! Es más, si otros eslabones se conformasen con márgenes tan ajustados como los nuestros, otro gallo inflacionario cantaría en este país./