La Lonja de León volvió esta semana por segunda sesión consecutiva a repetir las cotizaciones de todos los cereales, que viven un tiempo de compás de espera, a la expectativa de las noticias internacionales como de las perspectivas de la cosecha en el interior, que dependerá del comportamiento meteorológico de este mes de mayo.
Con todo, los precios de los cereales de los contratos que visa la lonja leonesa registran caídas de aproximadamente la cuarta parte del precio al que se cotizaban hace ahora un año, con la excepción de la avena: la tonelada se sitúa hoy en los 270 euros, el 5 % más que hace un año en ese mismo mercado.
En cambio, los demás cereales acusan caídas interanuales en su cotización que van del 23 % en la cebada al 29 % en el centeno, pasando por el 24 % en el maíz y del 25 % en el trigo.
Como viene denunciando ASAJA-Palencia, la masiva importación de cereales sin arancel, en especial desde Ucrania, que entran de modo incontrolado a los puertos españoles es la causa principal de este descenso.
Las importaciones de cereales superaro en 2023 los 23 millones de toneladas (cuatro millones y medio más que en 2022), con una importante subida de la mercancía procedente de Ucrania, que se elevó en el 77 %, según los datos de Unistock-España (Asociación Española de Almacenistas Portuarios de Granos, Cereales y derivados).
Francia fue el segundo país de procedencia del cereal importado, con 2,75 millones de toneladas en 2023, pese a caer el 14,4 % con respecto al ejercicio anterior. Más acusado fue el descenso de la importación de Brasil, con 2,3 millones de toneladas de grano, casi el 47 % menos que en 2022. No obstante, el dato de ese año era coyunturalmente alto debido a la inestabilidad del Este de Europa, que motivó más contratación con el país sudamericano.
A PRUEBA. Parte de ese aumento en la importación de cereal en 2023, que Unistock cifra en el 24 % con respecto a 2022, se explica por la necesidad de compensar la pésima cosecha del pasado año. España recogió menos de cuatro millones de toneladas de trigo, cuando en 2022 se rondaron los 6,25 millones de toneladas. Parecido descenso se registró en la cebada: 3,8 millones de toneladas en 2023, frente a 6,7 millones el año anterior.
En la actual campaña se va a poner a prueba la rentabilidad de miles de explotaciones cerealistas de España, incluidas cientos de la provincia de Palencia. En ese sentido, la perspectiva de una cosecha sobresaliente, lejos de obrar como un alivio, podría acentuar la depreciación al abundar en el exceso de oferta, caso de no restringirse la entrada de grano.
En ese sentido, el excepcional comportamiento de la avena, que sí ha mantenido su valor de mercado, resulta clarificador. Y basta con echar un vistazo a las distintas producciones cerealistas de Ucrania para deducir cómo afectan a la economía de los agricultores españoles.
Incluso tras los descensos registrados en sus producciones cerealistas desde el inicio de la invasión rusa, que en algunos casos se han reducido a la mitad con respecto a los años de buena cosecha previos a la guerra, Ucrania se mantuvo en 2023 entre los primeros productores mundiales en maíz (24,5 millones de toneladas), trigo (17,5 millones de toneladas) y cebada (6,4 millones de toneladas).
En cambio, produjo alrededor de 350.000 toneladas de avena en 2023, menos que la cosecha total de España en ese mismo año, que superó las 460.000 toneladas. Se trata, pues, de un producto de consumo interior, cuyo precio se resiente mucho menos con los vaivenes globales.
COSTOSA SOLIDARIDAD. Como ASAJA planteó hace ya más de un año, los agricultores están soportando con sus bolsillos una gran parte de la solidaridad con el pueblo ucraniano.
Ciertamente, se han establecido algunas ayudas públicas para compensar en parte el alza de los costes de producción que padecen todos los agricultores y ganaderos desde el inicio del conflicto, entre otros sectores de la economía nacional.
Pero en lo que se refiere al fuerte descenso de la cotización de los productos que se importan sin control ni arancel existe un claro perjuicio a los profesionales de la agricultura y la ganadería nacionales para los que no hay mecanismos de compensación, con el evidente agravio que conlleva; y que se deja sentir en el campo de provincias como Palencia, muy dependientes de cultivos de cereal y girasol./