La Sectorial de Cereales de ASAJA reunida hoy en Madrid ha cifrado la cosecha de nacional cereales de este año en 16 millones de toneladas. Esto supone un significativo descenso de producción respecto al año pasado, cuando se alcanzaron los 21,3 millones de toneladas, según datos oficiales del ministerio de Agricultura. En suma, un recorte productivo que ronda el 25 por ciento.
Los bajos rendimientos se deben, principalmente, a que hemos tenido la primavera más seca de los últimos 15 años, como confirma AEMET, y esto ha hecho que el granado de los diferentes cultivos en su fase final no haya llegado a término, algo que ha ocurrido en buena parte de las zonas productoras de cereales.
Por otra parte, la elevada actividad tormentosa de las últimas semanas, en buena parte acompañada de pedrisco, han siniestrado más de 230.000 hectáreas, de las que 80.000 han sido en los 10 primeros días de junio. A falta de tener datos sobre la afectación de las tormentas de la semana pasada, los daños se estiman muy elevados por la intensidad de las mismas y por encontrarse las cosechas en la última parte del ciclo vegetativo.
A las pérdidas por inclemencias meteorológicas debemos sumas los daños ocasionados por la fauna silvestre que en esta campaña han sido cuantiosos ya que, como consecuencia de la pandemia, la actividad cinegética ha sido prácticamente nula durante los meses de nascencia del cereal.
Respecto a los precios del cereal, debemos precisar que, si bien las cotizaciones en general son más elevadas que en las últimas campañas, también es cierto que los costes de producción se disparan. Suben desmesuradamente el precio del gasóleo, y el de los fertilizantes y la próxima sementera se verá directamente condicionada por estos incrementos.
Por último, la sectorial de ASAJA ha hecho hincapié en la necesidad de dar solución al problema generado por la prohibición de la quema de los restos de cosecha. Los agricultores piden sensibilidad a la Administración ya que esta práctica es una herramienta con la que siempre ha contado el agricultor y que le ha facilitado el control de plagas y malas hierbas. Un año más, se ha demostrado que la eficacia de las materias activas que van quedando en el mercado cada vez es menor, por lo que la quema resulta cada vez más necesaria y constituye una herramienta útil para el agricultor.