Esas voces críticas que se han alzado en nuestro país en los últimos meses contra el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP por sus siglas en inglés), van a conseguir el objetivo del no acuerdo gracias a que Donald Trump se ha hecho con la presidencia del país.
Trump y el TTIP
Esas voces críticas que se han alzado en nuestro país en los últimos meses contra el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (TTIP por sus siglas en inglés), van a conseguir el objetivo del no acuerdo gracias a que Donald Trump se ha hecho con la presidencia del país. Los movimientos populistas de nuestro país y en general las formaciones escodadas a la izquierda, están coincidiendo con el nuevo mandatario americano en la idea de poner puertas a la globalización e intervenir en los mercados. Claro que los que se han opuesto aquí lo han hecho sobre todo por ser Estados Unidos, porque muestran la política contraria cuando de lo que se trata es de abolir fronteras con otros países americanos, africanos o asiáticos. El partido político de Trump, el Republicano, sería por ideología el más cercano a una globalización, a un liberalismo donde funcionen sin cortapisas las reglas de libre mercado, pero mira por donde las cosas han cambiado tanto que, con el fin de agradar el oído a unos votantes descontentos, la derecha se agarra a la bandera del intervencionismo por parte del estado. Así las cosas, el nuevo gobierno de la Casa Blanca comunicará a Bruselas el fin de las negociaciones del libre comercio de mercancías y capitales entre la Unión Europea y los Estados Unidos, por lo que cada producto tendrá sus propias reglas y aranceles, sus propios contingentes, y las fronteras serán más infranqueables que nunca. Pero es más, esta nueva política debilitará la estructura de la Organización Mundial del Comercio, por lo que no se profundizará en el objetivo final del mercado único mundial, y no se harán cumplir los muchos tratados que hasta ahora se han firmado en las distintas relaciones de multilateralidad. Europa y América buscaban un acuerdo beneficioso para las dos partes, algo que podría haber sido posible a poco que ambas partes se hubieran esforzado por alcanzarlo alejándose de los prejuicios. No ha sido posible, y es probable que el más perjudicado vaya a ser el más pequeño, el menos relevante en el contexto internacional, es decir, nosotros.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 11 de noviembre de 2016