En el centro de investigación agronómica de Hoogstraten, en Bélgica, se han hecho recientemente pruebas con un robot autómata para la recogida de la fresa.
Recolector de fresas
En el centro de investigación agronómica de Hoogstraten, en Bélgica, se han hecho recientemente pruebas con un robot autómata para la recogida de la fresa. El invento al parecer funciona, ya está patentado, el próximo año trabajarán con prototipos en algunas explotaciones, y tiene la pinta que en un par de años los vemos recorriendo los surcos de las fincas sustituyendo una gran parte de la mano de obra que se ocupa en estas labores. Lo que se le encomienda al robot no es nada fácil, pues ha de recorrer la plantación, recoger sin dañar cada una de las fresas maduras y no el resto, y clasificarlas por categorías. La mecanización del campo, como en otras actividades económicas, no tiene límites y no tiene freno, pues el que pierde el ritmo sencillamente se queda relegado a no ser competitivo y por tanto el mercado le echa. Estamos en una etapa en la que la mecanización está indisolublemente ligada a los procesos de innovación tecnológica, en la que de las máquinas se espera que hagan, no ya lo que hace el hombre, sino lo que hace el hombre de de manera más rápida y eficiente. Nuestros tractores, nuestros robot de ordeño, las cosechadoras, y todos los aperos con los que trabajamos los agricultores y ganaderos, son tecnología punta. En el campo, tan globalizado, hay mucha competencia, por lo que se impone poder producir cada vez más alimentos, de mayor calidad, y a menor coste. Un modelo capitalista, liberal, de sociedad de consumo, que quizás no sea el ideal, pero es el único que funciona. Quién nos iba a decir hace no tantos años que la vendimia la iba a hacer una máquina, a un ritmo de trabajo increíble, y que además iba a trabajar de noche porque eso es mejor para la elaboración del vino. Pues eso, ya no hay vendimiadores a jornal, o al menos quedan pocos, y algo parecido ocurrirá con los campos de fresas. El problema está en que nuestra sociedad no sea capaz de buscar acomodo a la mano de obra que desplaza la tecnología, o que los recursos, al ser tan finitos, no permitan acortar jornadas de trabajo y vidas laborales.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado Fernández publicado en La Nueva Crónica del viernes 30 de septiembre de 2016.