Ante el terrible incendio que ha arrasado con gran parte de la Sierra de la Culebra, en nuestra vecina Zamora, una parte de la sociedad, al valorar sus consecuencias, piensa sobre todo en qué habrá sido y qué será de los lobos que tenían en ese paraje su particular santuario. De nuevo ponemos a los lobos por encima de las personas que ocupan ese territorio y cuyas vidas corrieron en algún momento peligro, y por encima de la destrucción de viviendas, de negocios, de ganado y de una forma de vida basada en el aprovechamiento de todos los recursos. Los damnificados del incendio no son ecologistas que iban de fin de semana a avistar carnívoros, son los hombres y mujeres de los deshabitados y envejecidos pueblos de la comarca que se tendrán que acostumbrar a ver un paisaje de cenizas donde hasta ahora había masas arboladas y tierras de cultivo y pastos. Más que con el que evoca los lobos me identifico con la señora que se lamentaba que se habían quemado “las castañales”, porque así llamamos también en mí pueblo, demasiado próximo a ese territorio, a los castaños centenarios. Los fresnos, los castaños, las encinas, los robles, los alisos o humeros, tardarán decenas de años en volver a ser lo que eran, salvo que algunos rebroten y se salven, pero la fauna salvaje encontrará con seguridad otro hábitat próximo y se seguirá reproduciendo como “plaga” que en este momento es. Porque el lobo y otras especies salvajes, protegidos en exceso por los ambientalistas y por nuestras autoridades, son plaga que mata nuestros animales, que le trasmite enfermedades, y que se come nuestros cultivos. Y es que el conservacionismo irracional que lleva a sancionar por todo y a no poder tocar nada en la naturaleza, es el que lleva al abandono de tierras y pastos, a la proliferación del matorral, al territorio no gestionado, al abandono del campo, a una naturaleza salvaje que termina destruida por un simple rayo en cualquier noche de verano. Y menos mal que alguien vio el rayo, que si no, estarían apuntando a un ganadero, estarían buscando un ganadero para colocarle “el muerto”.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 24 de junio de 2022.