Hasta fechas relativamente recientes era raro ver en los pueblos carteles de venta de casas o solares para construir. Cuando se vendía algo se conocía por el boca a boca, por un papel escrito a mano y colgado en el tablón de anuncios, e incluso lo más habitual era que el interesado en comprar un determinado inmueble le preguntase al dueño por la posibilidad de que se lo vendiera. Esto siegue siendo hoy así en el mercado de la tierra rústica, un negocio que aunque distinto, tiene el mismo entorno rural y los mismos dueños. Pero lo de las casas o solares en los pueblos está cambiando y mucho. Hoy en cualquier pequeño pueblo de nuestra provincia se pueden ver carteles de “se vende” colgados en fachadas de casas o paredes de huertos o solares, y se suelen ver varios, lo mismo que se pueden consultar en distintas plataformas de Internet. En pocos años la oferta superará con creces la demanda, y quién quiera comprar una casa en un pueblo, o un solar para construirla, no voy a decir que encuentre chollo seguro, pero sí que tendrá mucho donde elegir. Se vende y se venderá más porque muchas herencias están en manos de gente desvinculada del pueblo que le ha perdido al bien el afecto debido. Se vende porque lo que no se necesita, lo que se tiene y no se le da uso ni se le piensa dar, quizás esté mejor transformado en billetes que se guardan mejor y se reparten más fácilmente entre herederos. Y se vende porque los inmuebles de los pueblos, muchos de ellos con hasta cien años de antigüedad, tienen una conservación complicada que supone un coste que no todas las familias pueden soportar. Si en nuestros pueblos se vislumbrara un futuro más prometedor con población joven viendo en ellos y puestos de trabajo en la agricultura, la industria o los servicios, las propiedades se revalorizarían y de eso nos alegraríamos tanto como compradores como si fuésemos vendedores, pero la realidad es muy distinta, y por eso no podemos pretender que valga dinero lo que muy poca gente va a querer comprar.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 24 de agosto de 2018.