Nunca el tiempo meteorológico fue tan poco trascendente en la Semana Santa leonesa. Entiendo la pena de los cofrades cuando la lluvia obliga a no sacar los pasos y volver para casa a cambiarse y poner otra vez la ropa de calle en vez de seguir con la de procesionar. También entiendo la rabia de los hosteleros cuando ese mismo mal tiempo arruina la fiesta y con ello la expectativa de hacer una caja que tape parte del agujero que deja en las cuentas el resto de la temporada donde apenas se cubren gastos. Y entiendo que se queden contrariados por el mal tiempo los ciudadanos que aprovechan los días festivos para estar por las calles viendo procesiones o simplemente paseando, para ira al pueblo, para acercarse a la montaña, para hacer deporte al aire libre, o para pasear por la playa de San Lorenzo en Gijón. En Semana Santa casi todo el mundo quiere un tiempo seco y soleado, salvo los agricultores, y sobre todo en este último caso cuando estas fiestas coinciden ya con las primeras semanas de abril. En el mes de abril casi siempre el campo necesita lluvia, y este año también, por eso el deseo de los agricultores de que llueva chirría a los oídos del resto de ciudadanos leoneses. Cada uno tiene la obligación de mirar por lo suyo, y lo nuestro es sacar adelante unas cosechas que tiene como fin alimentar a la población y proveer de recursos económicos a nuestras familias, que no es poco. Pues bien, este año de no procesiones, de hostelería medio cerrada, de apatía en el derroche y en la fiesta, y de no saber qué hacer con el tiempo libre, pienso que a la mayoría de los leoneses le da igual el tiempo que haga en esta Semana Santa, y que si estuviera en sus manos nos concederían a los agricultores el deseo de que llueva de manera moderada al menos durante un par de días. Unos veinte litros por metro cuadrado, no más, suficientes para dar un empujón a nuestra agricultura de secano y no entorpecer las siembras de primavera, particularmente la del maíz. Pero como casi siempre, hará el tiempo que quiera y nuestros deseos serán irrelevantes.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 2 de abril de 2021