Vaya por delante que estoy en contra de la subida de cualquier tipo de impuestos y por lo tanto también del que pretende aplicar el Gobierno a las bebidas azucaradas subiéndoles el tipo de IVA. Pero las reacciones que se han provocado a esa medida política, sobre todo por instituciones que se apuntan al populismo, y por el Partido Popular que ha creído ver en esto un filón, me parecen absolutamente desproporcionadas. La subida del IVA no va a poner en riesgo el cultivo de la remolacha, y por extensión la actividad de las fábricas azucareras, más de lo que ya lo está, y lo está por una estrategia empresarial equivocada que cada año hace que más agricultores le den la espalda. No se enteran los de AB Azucarera de que los agricultores tienen otras opciones y que si no siembran remolacha es porque no le resulta suficientemente rentable, o quizás porque los que se la compran le caen mal por prepotentes, que también es una opción respetable. Cuando el mundo de la empresa, casi siempre discreto y desapercibido, anda de despacho en despacho pidiendo subvenciones al cultivo para pagar menos el producto, pidiendo subvenciones para unas inversiones que prometen y nunca ejecutan, y promoviendo plataformas para exigir una fiscalidad que le favorezca, mal o muy mal tiene que estar el negocio. Porque la realidad es que el sector no tiene, ni mucho menos, la fuerza económica y social que dice la compañía, y si la tiene, será esa misma compañía la responsable de la destrucción de esa riqueza y puestos de trabajo si a la vuelta de nada las cuentas se desploman. Mientras una parte de la sociedad andaba estos días firmando un manifiesto a favor de la remolacha por culpa de un IVA a las bebidas azucaradas, los directivos acordaban con ellos mismos prescindir de la vigilancia del sector agrario en los laboratorios de pago por riqueza, pasando a ser juez y parte en los procesos analíticos para el pago por calidad, lo que es otro buen ejemplo de su empatía con el sector. A Azucarera le quedan pocos amigos, pero sobre todo le quedan pocos agricultores, y eso es el principio del fin.
* Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 20 de noviembre de 2020