Si viviéramos en Alemania, con los resultados de las elecciones del pasado domingo sería muy probable un gobierno en coalición del centro derecha con el centro izquierda, y presidido por la formación más votada, en este caso el PP. En España esa circunstancia no se ha dado nunca ni es probable que se de en los próximos años, por lo tanto el PP, si quiere gobernar, lo tendrá que hacer con Vox. Y lo tendrá que hacer porque así lo han querido los ciudadanos con su voto. Es verdad que no hay peor cuña que la de la misma madera, y por eso quizás los del PP sienten especial rechazo a la formación integrada por quienes en su día estuvieron en sus filas o por los que en su día compartían el sentido del voto. La habilidad del PP no va a estar en gobernar excluyendo a Vox, que se me antoja imposible, estará en gobernar puliendo el discurso de Vox y si se quiere puliendo a algunos de sus cargos electos para que aparquen posturas extremistas, poco útiles para el ciudadano incluso de derechas, y juntos conformen un programa de gobierno que sin dejar a nadie satisfecho del todo, sirva para mejorar la vida de la mayoría. No parece que en los próximos años el PP pueda formar gobiernos sin acuerdos con Vox, y no parece tampoco que la fuerza con la que ha irrumpido Vox se disuelva como un azucarillo en próximos comicios como le ha pasado por ejemplo a Ciudadanos. Y si el PP tiene la tentación de estigmatizar a Vox, de extender un cordón sanitario entorno a Vox, es probable que eso le insufle más fortaleza a la formación de Santiago Abascal y termine acortando todavía más las distancias electorales entre ambas formaciones. La forma de desgastar a Vox es meterlo en el gobierno, en consejerías complicadas, para que sus militantes se den cuenta que una cosa es mitinear en las plazas públicas y otra tomar decisiones. El partido de Vox perderá votos si gobierna, más con las altas expectativas de sus votantes, pero si sigue en la oposición, y más dolidos con el PP, seguirá ganando adeptos, y estos no están de paso, son de los acérrimos.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 18 de febrero de 2022