El sector del seguro es posiblemente de los que tienen que soportar más fraudes, tantos fraudes que da la sensación de que son fraudes consentidos. La picaresca se ha adueñado de quienes no se ruborizan a la hora de reclamar cualquier tipo de desperfecto en la vivienda asegurada, o quienes se prestan a hacer la trampa fingiendo una colisión entre dos vehículos, o quienes convencen de una lesión inexistente por la que se cobra una indemnización. La consecuencia de todo esto es que las primas se encarecen y lo terminamos pagando todos los asegurados, es decir, todos los ciudadanos, pues todos tenemos algún tipo de seguro, y algunos tenemos muchos. Esta sociedad premia a quién presume de engañar a una gran empresa como es una aseguradora, y premia porque quizás tenemos el listón de la honradez y la decencia demasiado bajo. Esto, que no deja de ser una reflexión, lo saco a cuenta de una polémica que ha surgido con el seguro agrario, al restringir el aseguramiento de ciertas parcelas sembradas de alubias, aludiendo que no se daban las condiciones técnicas para recoger cosecha, y por lo tanto se aseguraba una producción que sí o sí estaba abocada a la indemnización. Y es aquí donde entra en juego el equilibrio que tiene que haber entre proteger los intereses de los agricultores y ganaderos que han retrasado las siembras por razones estrictamente climáticas y ajenas a su voluntad, y los intereses de una compañía aseguradora que sin duda va a cargar este mayor riesgo en las pólizas del resto de agricultores asegurados. Porque si el debate es los agricultores o la compañía, lo fácil es ponerse de la parte más débil sin dar muchas más explicaciones, pero si el debate es entre defender los intereses de unos agricultores o defender los intereses de otros agricultores quizás más cumplidores que los anteriores, la cosa ya cambia. Nuestros esfuerzos deben de ir en defender a los agricultores frente a la compañía aseguradora, pero el límite lo hay que poner en la aplicación de la ley y la norma, y en no entrar en el terreno del fraude o cuando menos de la picaresca.

*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 30 de agosto de 2024.