La administración pública tiene departamentos para ayudar a los agricultores, o si se quiere a los empresarios en general, cuando emprenden su actividad o cuando pretenden sacar adelante una idea de emprendimiento, pero no tienen ningún departamento que se ocupe de ayudar cuando las cosas se tuercen y se va hacia la bancarrota, que también ocurre. En nuestra provincia hay un buen número de pequeños empresarios agrícolas o ganaderos a los que las cosas no le van bien, no generan los ingresos suficientes para pagar a sus proveedores, para hacer y amortizar las inversiones más imprescindibles, y para generar un excedente con el que atender las necesidades domésticas de la familia. Cada fracaso tiene sus causas, y hasta en muchos de ellos podemos buscar justificación en eso de la mala suerte, que es algo que existe, pero suele haber un denominador común de errores en la gestión, de mala organización del trabajo o de no acertar en la priorización del gasto. En otros casos, afortunadamente minoritarios, el fracaso empresarial va paralelo a problemas en la vida personal que ocasiona una adicción, una desgracia no superada o una separación larga y traumática de la pareja, por poner algún ejemplo. Cuando las cosas se complican en un negocio, agrícola o de otro tipo, todos se tiran encima y ya no queda margen de movimiento, pues esperan a la puerta el arrendador, el proveedor al que le debes, la hacienda pública a la que no pagas, la Seguridad Social a la que has devuelto la cuota, el banco, y la oficina responsable de esa subvención que has pedido y que ya no cobrarás porque has dejado de cumplir los requisitos. Reivindico que muchos de estos casos pueden salvarse con menos esfuerzo de lo que cuesta incorporar una explotación o empresa de nueva creación, y que el camino no es instar un concurso de acreedores y administración judicial, sino ayudarle – para quién quiera dejarse ayudar- desde una oficina de apoyo que debe de crear y gestionar la administración que tenga las competencias. Es un problema que va a más en el campo y que exige no mirar para otro lado.
*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 22 de enero de 2021.