A principios de semana se ha celebrado en Madrid, organizado por el ministerio de Agricultura, una conferencia de alto nivel para centrar los debates sobre lo que deberá de ser la nueva Política Agrícola Común cuando espire la actual reforma al finalizar el año dos mil diecinueve.
Mejor no tocarlo
A principios de semana se ha celebrado en Madrid, organizado por el ministerio de Agricultura, una conferencia de alto nivel para centrar los debates sobre lo que deberá de ser la nueva Política Agrícola Común cuando espire la actual reforma al finalizar el año dos mil diecinueve. Cada consejería de Agricultura, cada departamento de la administración con competencias al respecto, y cada organización profesional agraria, se esfuerza en presentar propuestas novedosas que teóricamente sean ventajosas para nuestros intereses y que a su vez tengan recorrido mediático. Esto siempre ha sido así, una ceremonia que en esta ocasión se ha adelantado en el tiempo y nos ha llevado al debate de reformar una política agraria que tan solo ha estado vigente dos años. Por otra parte, la experiencia nos demuestra que la política agraria comunitaria la diseña la Comisión Europea, dejando a los estados miembros y al Parlamento un papel de simples moduladores de sus decisiones. Y siendo así, de muy poco sirve que los eurodiputados se adelanten en los debates y que los estados hagan sus propuestas, y para lo que sí servirá es para poner de manifiesto que no hay puntos en común y que cada uno va a defender lo suyo. En este escenario, tan complejo como siempre y con el añadido de cambios geopolíticos trascendentes, lo mejor que nos podría pasar es que se prorrogue la situación actual por otro periodo de cinco años. Mal o bien repartida, dependiendo de a quién se le pregunte, la actual PAC garantiza el suministro alimentario con los más altos estándares de calidad nunca vistos, protege el medio ambiente, supone un esfuerzo asumible en términos monetarios, y apuntala de forma eficaz la economía de millones de familias en la Europa de los veintisiete. Si alguien piensa en otra PAC que detraiga más recursos de los países del norte a favor de los del sur, o que apueste por un modelo de agricultura distinto al mayoritario en Centroeuropa, simplemente se equivoca. Esta PAC está bien, solamente falta tomar algunas medidas para que los productos valgan un poco más.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 31 de marzo de 2017