Los gobiernos socialistas de principio de los ochenta legislaron para cargarse las Cámaras Agrarias, y a falta de agallas para hacerlo de frente, las dejaron morir por inanición durante años y años.
Lo que empezó Romero lo termina Moraleda
José Antonio Turrado*
Los gobiernos socialistas de principio de los ochenta legislaron para cargarse las Cámaras Agrarias, y a falta de agallas para hacerlo de frente, las dejaron morir por inanición durante años y años. Cuando en los años noventa se consiguió dar autonomía a las comunidades autónomas para legislar en esta materia y convocar elecciones democráticas después de casi 20 años sin tenerlas, se entró en un proceso ordenado de reestructuración de estas corporaciones de derecho público, se definió su papel real, y lo que es más importante, las elecciones sirvieron y siguen sirviendo para medir la representatividad del sector y legitimar el papel de las organizaciones agrarias, cuestión esta que no es poco.
Esta forma de medir la representatividad del sector es la mejor que tenemos, porque no hay otra, pero desde luego no es del todo satisfactoria, entre otras razones porque no se lleva a cabo en toda España ni en todas las autonomías a la vez. Por otra parte, el coste para las organizaciones es muy elevado y a veces se producen también enfrentamientos entre organizaciones, en el furor de un proceso electoral, que abren heridas difíciles de restañar después. Todo un complejo proceso electoral para elegir unos cargos que al día siguiente ni gobiernan, ni mandan, ni ganan en prestigio.
Pero si este sistema es imperfecto, lo que procede es mejorarlo con la participación del sector a través de las organizaciones agrarias, con la participación de las autonomías, y de la oposición política. Lo que ha hecho el Gobierno del PSOE es proponer la derogación sin más de la Ley de Cámaras Agrarias, crear un vacío, una incertidumbre, y no dar alternativa alguna a la situación actual.
Lo que empezó en su día Romero lo concluye ahora Moraleda. A Romero le molestaban unas Cámaras Agrarias de aquella época que no controlaba y donde se resguardaba una buena parte de la derecha agrarista. A Moraleda le molestan las Cámaras Agrarias actuales porque las elecciones a las mismas conlleva medir una representatividad agraria de la que no sale bien parada la Unión de Pequeños Agricultores. Al menos hemos de reconocer que Moraleda lo ha hecho con un par de huevos, lo que no tuvo Romero.
León, 8 de octubre de 2004
*José Antonio Turrado es secretario general de ASAJA de Castilla y León