El pasado martes, la Junta de Castilla y León puso a disposición de un lobby de empresas productoras de semillas, las instalaciones del Instituto Tecnológico Agrario, y toda la infraestructura administrativa, para promocionar entre los agricultores el uso de las semillas certificadas, sobre todo de cereal.
La semilla
El pasado martes, la Junta de Castilla y León puso a disposición de un lobby de empresas productoras de semillas, las instalaciones del Instituto Tecnológico Agrario, y toda la infraestructura administrativa, para promocionar entre los agricultores el uso de las semillas certificadas, sobre todo de cereal. Una operación de promoción comercial en toda regla, donde además se justificaba el cobro del derecho de propiedad industrial, por parte de los semillistas, cuando el agricultor reemplea al año siguiente las semillas de su propia cosecha. Nadie duda que la semilla certificada, que es la que produce una empresa especializada y supervisa un centro certificador oficial, ha de ofrecer mayores garantías de éxito al agricultor, pero de eso a afirmar que su uso siempre es más rentable, va un trecho. Porque, con carácter general, la practica seguramente más correcta es reemplear en segundo año la semilla de la cosecha anterior, algo que los semillistas nos cuestionan porque con frecuencia se escapa de su control para cobrarnos el royalty, que es lo que realmente le interesa, hacer caja. Y también es cierto que el criterio en la selección de la semilla antes de la siembra no debe de ser el mismo cuando se trata de cultivar fincas altamente productivas de regadío, que cuando lo que estamos sembrando son secanos escasos en la Sobarriba.
Los agricultores libramos una batalla entre desiguales, con los semillistas, para poder utilizar la semilla que producimos en nuestras explotaciones. Las leyes europeas y nacionales están de su parte, es cierto, pero ello no quiere decir que esas leyes sean justas, más bien al contrario. Ya pagamos suficiente la semilla, cuando la adquirimos para primera cosecha, como para asumir voluntariamente royaltys en años sucesivos. Ya pagamos con creces todo lo que gastan en I+D+I, y a veces, muchas veces, compramos semillas que no responden, ni de lejos, a las expectativas que nos ha prometido el fabricante. Y agradeciendo todos los consejos, la decisión de usar una semilla u otra será nuestra.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 10 de junio de 2016.