Estando en la misa de Navidad, en un pueblo pequeño, con tan solo diez personas, incluido el cura, uno no puede por menos que reflexionar sobre lo que está pasando, sobre todo si se han vivido los tiempos, hace unas décadas, en los que se llenaban las iglesias. La primera reflexión es que en centenares de nuestros pueblos hay una galopante pérdida de población que se nota todavía mucho más en estas épocas del año. Reflexiono también sobre el fervor religioso de la Semana Santa, con ateos pujando la imagen de Cristo, y lo poco que nos esforzamos para cumplir con nuestros ritos cristianos en las navidades, a pesar de los días de fiesta que tenemos, paralizando casi el país. Reflexiono sobre el esfuerzo que están haciendo los curas, muchos mayores y achacosos, para celebrar los actos religiosos en los muchos pueblos que le ha repartido la diócesis, y pienso que tiene que ser desesperanzador ver la escasa concurrencia con disculpas a veces un tanto peregrinas. Reflexiono sobre la poca empatía de algunos curas, pero no hago sangre de eso, porque también veo poca empatía en algunos médicos, en algunos maestros, en muchos políticos, en los sindicalistas, o en algunos alguaciles, por poner ejemplos. Reflexiono sobre una etapa que considero decadente de nuestra religión, y que coincide con la apertura de locales al culto, por cierto llenos, de otras religiones que abrazan nuestros inmigrantes. Reflexiono y pienso que los curas van a quedar tan solo para oficiar funerales, y me parece muy triste, porque no conocerán al finado y tendrán que decir algo bueno de el. Y por último, reflexiono, viendo tantas casas caídas, y pienso en cuántos años en pie le quedará al templo. En esto tengo que decir que soy muy optimista, y la prueba es que, aunque estábamos nueve en misa, había diez sacas de grava y arena a la puerta de la iglesia para comenzar las obras de reforma del suelo, muy deteriorado. El patrimonio religioso nunca estuvo tan cuidado, y eso hay que agradecerlo a los vecinos, feligreses o no, a las administraciones públicas, y a los obispados.

*Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 27 de diciembre de 2024.