Me parece bien que en puertas a la fiesta comunera de Villalar los presidentes de las diputaciones de León y Valladolid, y los alcaldes de ambas capitales de provincia, hayan mantenido encuentros institucionales.
Fiesta de Villalar
Me parece bien que en puertas a la fiesta comunera de Villalar los presidentes de las diputaciones de León y Valladolid, y los alcaldes de ambas capitales de provincia, hayan mantenido encuentros institucionales. Los vallisoletanos son buena gente, salvo excepciones como en todos los sitios, y la capital del Pisuerga es una ciudad acogedora, como León, con la ventaja de que ofrece más posibilidades fruto de su mayor desarrollo en las últimas décadas. Una cosa es que apreciemos a Valladolid y a los vallisoletanos, y otra cosa distinta que compartamos las políticas territoriales de la Junta de Castilla y León durante casi cuatro décadas. No me interesó nunca la fiesta de Villalar cuando era una fiesta popular copada por los movimientos de izquierdas, pero me interesa todavía menos ahora cuando se está convirtiendo en una fiesta de las instituciones, de la Junta de Castilla y León, promocionada a base de propaganda y publicidad institucional. Los veintitrés de abril, cuando puedo permitirme día de absuelto, suelo ir a la montaña, y cuando puedo redondearlo mejor, a Asturias. Este año será un sábado cualquiera, tan feliz, y prometo no escuchar la radio ni poner la televisión, ni leer al día siguiente la prensa, para interesarme por las declaraciones de los políticos en la campa del pueblo comunero. Y pasada esta matraca, nos queda a los leoneses aguantar el cruce de reproches y halagos cuando las Cortes celebren esa sesión plenaria en nuestra capital. Me parece perfecto que improvisen tribuna de oradores en uno de nuestros monumentos más emblemáticos y se hable aquí, en León, de los agravios para con nuestra provincia, que hablen de nuestros jóvenes en paro, de la crisis de nuestra agricultura y ganadería, de la industria que se ha desmantelado, de la minería abandonada, de las pocas iniciativas empresariales, y de unas infraestructuras deficientes, particularmente esa autovía pensada para unirnos que no termina de ejecutarse. Lo siento por Silvia Clemente, pero, por más empeño que ponga, fracasará en inculcar el espíritu de comunidad comunera.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 22 de abril de 2016.