Se agota estos días, con San Martino en Mansilla y la Feria de la Cecina de Chivo en Vegacervera, el calendario anual de ferias con destacada relevancia en diferentes pueblos de la provincia.

FERIAS ABOCADAS A “FIESTA DEL TURISTA”
 
Se agota estos días, con San Martino en Mansilla y la Feria de la Cecina de Chivo en Vegacervera,  el calendario anual de ferias con destacada relevancia en diferentes pueblos de la provincia. A poco que acompañe el tiempo y especialmente si es en fin de semana, está sobradamente garantizada la presencia de público para  visitar estos eventos, pues la gente que ya no hay en los pueblos limítrofes se suple con creces con los que  se desplazan desde la capital o núcleos más poblados en las comarcas. Tampoco es difícil llenar una calle o un recinto de los vendedores ambulantes que pueblan el rastro de León los domingos y que se desplazan allí donde le dejan y tienen la más mínima oportunidad de hacer negocio. No falta tampoco en estos eventos la representación del Grupo de Acción Local, una administración paralela gestionada teóricamente por la sociedad civil y a la que todavía no le han llegado los recortes presupuestarios que tanto aprietan a otros. Y la gente asiste a estas ferias,  a estos eventos, porque es una buena forma de pasar el día, de saludar gente, de dar una vuelta saliendo de casa, y lo hace incluso ahora que ya no se ofrece un convite o degustación gratuita por parte del ayuntamiento o institución que lo organiza.
 
En el otro lado de la balanza está el fracaso de estos actos si se mide por la participación de quienes están llamados a exponer o competir con sus productos. Ferias ganaderas a las que no se lleva ganado o se lleva menos del necesario para que el acto salga lucido, o ferias de maquinaria donde concurren pocos expositores, lo hacen desganados y no se esfuerzan demasiado por exhibir las últimas novedades de las firmas que representan. Por eso, si los organizadores se engañan a sí mismos y miden el éxito por la concurrencia de público y no se paran a poner medidas para que de verdad haya ganado, productos alimentarios y maquinaria, estas ferias irán languideciendo y convirtiéndose en otra cosa. Otra cosa sin historia, sin tradición, sin raigambre, algo así como esos festejos que se hacen en los pueblos en el mes de agosto, sin santo al que honrar, que se han popularizado como “la fiesta del turista”.
 
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Crónica del viernes 9 de noviembre de 2012.