El subdelegado del Gobierno en León, Juan Carlos Suárez Quiñones, se ha comprometido con los representantes de las comunidades de regantes de regadíos tradicionales de la ribera del Esla, a visitar in situ sus tomas de agua y tener así elementos de juicio ante las quejas que le han formulado por las exigencias que trata de imponerles otro organismo estatal, la Confederación Hidrográfica del Duero.
EN BOTAS DE GOMA
El subdelegado del Gobierno en León, Juan Carlos Suárez Quiñones, se ha comprometido con los representantes de las comunidades de regantes de regadíos tradicionales de la ribera del Esla, a visitar in situ sus tomas de agua y tener así elementos de juicio ante las quejas que le han formulado por las exigencias que trata de imponerles otro organismo estatal, la Confederación Hidrográfica del Duero. Buena iniciativa la del subdelegado, que no es la primera vez, pues en un gesto similar apareció un día a primera hora de la mañana a visitar a los regantes del Paramo Bajo en Zotes del Páramo, aunque en esa ocasión cometió el error de no informar a la alcaldesa del pueblo. No lo digo como crítica, pero el subdelegado va como un pincel independientemente de que esté acompañando a la ministra por Picos de Europa o recibiendo a otro ministro en San Marcos, y yo creo que para la visita a la ribera alta del Esla, debería de ir ataviado con botas de goma de caña alta, para atrochar entre zarzales y sembrados y cruzar presas y regueros. Porque lo que se va a encontrar Suárez Quiñones en estos pueblos del Esla entre Cistierna y Mansilla de las Mulas, es uno de los parajes de ribera más bonitos de España, de una agricultura y ganadería complicadas pero productivas, y donde se le debe casi todo al agua y al buen hacer de generaciones de profesionales del campo. Unas infraestructuras de regadío más que precarias donde probablemente la administración no tenga previsto invertir ni un euro, y donde el agua que no chupan los cultivos crea vida vegetal y animal en las lindes, cunetas, desagües, cauces y presas. Ni una gota de agua se despilfarra, pues la que no tiene un destino estrictamente agrario en fincas y prados, lo tiene dando vida al medio ambiente. El subdelegado del Gobierno se dará cuenta que lo que pretenden los descerebrados de la Confederación Hidrográfica del Duero, desde la céntrica calle Muro de Valladolid, es hacer la vida imposible a unos regantes históricos que, si algo valoran en la vida, es el agua. Les harán gastar dinero en inversiones absurdas y le impondrán tasas abusivas, salvo que el subdelegado le pare los pies a tanto majadero.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 16 de enero de 2015