Hoy esta columna es una crónica, en clave agraria, de la presencia de Don Juan Carlos en León para presidir la clausura del III Congreso Nacional de Comunidades de Regantes, celebrado en julio de 1972, hecho ya reflejado estos días en la prensa provincial con motivo de la abdicación del monarca.
DON JUAN CARLOS
Hoy esta columna es una crónica, en clave agraria, de la presencia de Don Juan Carlos en León para presidir la clausura del III Congreso Nacional de Comunidades de Regantes, celebrado en julio de 1972, hecho ya reflejado estos días en la prensa provincial con motivo de la abdicación del monarca. No me consta discurso alguno de don Juan Carlos en un acto celebrado en el Teatro Emperador repleto de asistentes y de todas las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, como era propio de la época, pero sí, entre otros, del ministro de Obras Públicas, Fernández de la Mora, y del leonés Rodolfo Martín Villa, Secretario General de la Organización Sindical. Las comunidades de regantes tenían un cauce de interlocución con los poderes públicos a través de la Organización Sindical, de ahí el protagonismo de Martín Villa en el acto. Papel destacado tuvo también el entonces presidente de la Diputación, Emiliano Alonso, que entregó al entonces príncipe Juan Carlos el proyecto de la institución sobre Desarrollo y Fomento Ganadero de la provincia.
Considero de interés la frase con la que terminó su intervención Martín Villa, sobre todo con la retrospectiva temporal de quién después fue miembro tan destacado en la transición democrática y con cargos de relevancia gubernamental y empresarial hasta el día de hoy. Después de glosar la categoría y entidad del campo leonés, dijo que “si León era un reino apto para las grandes empresas, para la empresa ejemplar de una incorporación pactada que propiciamos y la ley obliga, la presencia de quién, en continuidad del régimen de Franco, será rey de todos nosotros, nos da aliento y esperanza, ya que tenemos la seguridad de que, en un continuo magisterio, nos señalará metas y nos abrirá caminos en esta pacífica tarea sindical de la unidad de los españoles en la solidaridad de sus limpios objetivos”.
Aquellos agricultores parameses y de la ribera, que seguro no comprendieron muy bien el discurso de Martín Villa pero recibieron con entusiasmo la presencia de don Juan Carlos, han trabajado duro, pero han tenido una larga etapa de paz, libertad y progreso. Y los que somos sus descendientes también.
Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Nueva Crónica del viernes 6 de junio de 2014.